29.02.2016 10:23

Contrapunteo cubano del sincretismo y el multiculturalismo

 

 

La cena de nochebuena aún no recupera el esplendor de antaño, cuando de la España franquista se importaba toda la indumentaria de turrones, uvas y sidras, que distinguían la celebración. Y ni hablar de las romerías de semana santa, cuando, según los mayores, las familias en tropel acampaban en la costa, o cerca de algún río o laguna, para freír pescado al aire libre. Incluso hoy por hoy todavía hay quien desconoce que el 25 de diciembre lo que se festeja es la Navidad. Sin embargo, quién no sabe que el 17 se conmemora el día de San Lázaro. Quitando a los practicantes del culto evangélico, raro es el cubano que alguna vez en su vida no haya encendido la vela que prometió para pedir o agradecer por la salud del hijo, de la madre, o del animal herido. Raro es el que, la víspera, no coopere con la viejita que llamó a la puerta en busca de limosnas para la promesa que no tiene con qué pagar. Nuestro pequeño Camino de Santiago, o sea El Camino del Rincón, no distingue peregrinos: sin distinción, los hijos de Europa y los del África que nos aplatanamos en esta parte del Caribe, nos arrodillamos frente al mismo altar bajo la sombrilla de un proceso integrador común a toda la América Latina: el sincretismo. No obstante, en lo adelante le daré el apelativo de “tradicional” para diferenciarlo de otro relativamente nuevo que ha empezado a ganar terreno, pero que carece de las connotaciones de carácter institucional, dogmático o cultural, que comúnmente se asocian a otros términos como iglesia, secta o culto.

Esta nueva manera de enfocar la cuestión racial que desde el ámbito académico alternativo está obligando al gobierno a replantearse la cuestión, converge en muchos aspectos con el llamado multiculturalismo. Converge en el sentido de la polisemia que lo caracteriza. Por ejemplo, desde la misma tribuna suele reclamarse la destitución del partido comunista por inoperante, a la vez que se le reprocha la ausencia de cubanos de la etnia africana en su cúpula. […] Otro aspecto convergente está en su propuesta de organización social ubicada, en términos teóricos, dentro de la filosofía anti asimilacionista del pluralismo cultural. En este caso el sincretismo “tradicional”, asimilacionista por naturaleza, quedaría proscrito bajo cargos de segregación cultural. En fin, que en lo adelante ensayaré un hipotético futuro debate que ponga cara a cara ambas maneras de enfocar la cuestión racial, en un intento de limar las divergencias en la medida de lo posible para arrojar luz sobre los puntos que las unen, con el objetivo de echarlas a andar hacia el mismo objetivo en un clima de armonía.

Para entrar en materia, partamos del presunto fin del cliché del cubano negro agradecido a la revolución. Evitemos hablar de un asunto que la historia no absolverá. Desmentido por la realidad este argumento de corte estalinista, demostrada su falacia, arribaríamos al globalizado siglo XXI con el contrapunteo de dos teorías que, desde el ámbito académico, pugnarían por monopolizar el debate racial.

La primera teoría aglutinaría a los partidarios de la versión de la Cuba multicultural. Sus portavoces sostendrían que los cubanos negros deberían organizarse en torno a su raza, por no encajar en una nación que ha sido diseñada según el molde de la cultura antagónica y blanca –entiéndase la europea. Para argumentar esto, se basarían en las evidentes desventajas sociales de los nacionales de la etnia africana, en comparación con los descendientes de la europea. Este grupo, además, reclamaría la revisión de la narrativa histórica tradicional, condenaría la imposición de una religión extraña a su idiosincrasia, y, por último, lucharía por la reivindicación histórica de un proscrito partido político de corte racial que, en circunstancias muy particulares, lideró una insurrección que a la postre fue masacrada.

El otro grupo que debatiría en la palestra tendría puntos de vista más conservadores. Como en líneas generales sostendrían que la mezcla de los descendientes de los esclavos africanos con los criollos blancos dio a la luz una nueva identidad, los aglutinaré como partidarios de la versión sincrética de lo cubano (melting pot). Legitimadores de la narrativa histórica tradicional, no van a ver en la religión de los españoles un arma en manos del esclavista, sino un freno o un intento de freno al despotismo y excesos del mismo. En cuanto a su postura respecto a la fundación de partidos raciales, se desentenderían del discurso propio de minoría desfavorecida con la que se debe ser condescendiente, para hacer tábula rasa bajo el apotegma de que la ley es pareja.

En el hipotético debate los teóricos de la Cuba multicultural sostendrían que, el problema racial, debería ser analizado desde los parámetros propios de cada una de las dos grandes culturas que conforman nuestra identidad. De ahí que, por lógica, se opondrían al etnocentrismo y al universalismo cultural que afirma la existencia de valores, juicios morales y comportamientos con valor absoluto aplicables a toda la humanidad, para analizar al mundo desde parámetros propios de la cultura con la que se identifican.

Por otro lado, los de la Cuba sincrética discreparían del acápite de la versión estalinista que afirma que el sincretismo tal y como lo conocemos se debió a un acuerdo tácito entre la monarquía y la iglesia para explotar mejor a los esclavos, para decantarse por la versión de la espontaneidad del mismo. Éstos defenderían la hipótesis de que hubo un casi espontáneo intento de superación de la crisis cultural producida por la colisión de dos tradiciones culturales religiosas diferentes, para hacerlas capaces de crear un ámbito de cohabitación en armonía. Lo que no quiere decir que tal colisión debería ser entendida como la consecución de las tradiciones implicadas, sino como un proceso que dio origen al nacimiento de una nueva identidad cultural única, de hecho manteniendo los dos cultos distintos. Ambas culturas no se habrán cerrado sobre sus valores originarios, sino que se abrieron, aceptando y adquiriendo nuevas costumbres que evolucionaron en lo que denominan hoy como “lo cubano”. Habría aparecido así, según este enfoque, una historia común para las dos fuentes donde los individuos, a pesar de formar dos tradiciones diferentes, forman una nueva identidad a partir de la integración a un nuevo ámbito social.

La idea que encabeza la ponencia más o menos, de manera objetiva, ilustra este planteamiento. Las tradiciones religiosas puramente europeo-mediterráneas –la Navidad o la Semana Santa- no sobrevivieron la embestida estalinista de los sesenta y los setenta, contrario a las tradiciones representativas de la asimilación que se produjo tras la colisión de ambas culturas, entiéndase en éste caso el culto a San Lázaro, a la Caridad del Cobre, a la Santa Bárbara y a la Virgen de Regla, como las cuatro grandes deidades sincréticas de nuestro país.

No obstante el objetivo de la ponencia no es enredarme en una madeja de teorías y conceptos abstractos, sino allanar el camino más corto al entendimiento entre las partes, en la medida de lo posible, alejándome de aquellas pasiones intelectuales relacionadas con la interpretación o la reinterpretación de la historia. […]

En el futuro próximo, el uso de políticas diferenciadas para los cubanos de tez oscura que promueven los defensores del multiculturalismo contribuirá, sin dudas, a canalizar las diferencias y a reducir las asimetrías entre ambos grupos étnicos. Sin embargo, las mismas no funcionarán a no ser que haya un deseo real de hacerlas funcionar por parte de los más interesados, es decir, los cubanos de tez oscura que se sientan discriminados. Que la universidad siga siendo predominantemente blanca, prueba que la política constituye solo una parte de la solución. Los españoles que emigraron a Cuba tendrían virtualmente, entre sus metas, una beca para el hijo en la casa de altos estudios. Mientras que los africanos secuestrados en sus tierras de origen ni siquiera sabrían que la universidad existía, por lo que imagino que el anhelo de esta meta no habrá podido ser transmitido a su descendencia, al menos con el mismo ahínco con que la transmite el descendiente de europeos. De ahí que en lo adelante la iniciativa particular y civil, tanto para estudiar como para emprender y progresar en el terreno económico, será fundamental para emparejar la balanza.

Algo también fundamental a tener en cuenta es que, el sincretismo “tradicional”, tal y como lo conocemos, sostiene la necesidad innegociable del mejoramiento moral como base de la prosperidad. De su matriz cristiana viene la idea de que, el progreso de índole personal, depende de un conjunto de cualidades morales asumidas por el individuo con voluntad para salir adelante en el ámbito social. Hago mención de esto porque, por lo general, las contemporáneas corrientes de pensamiento relativistas tienden a recelar de dicho capítulo, es decir, que tienden a oponerse a cualquier progreso de la sociedad que implique abandonar las tradicionales formas de hacer las cosas con tal de mantener intactas sus respectivas culturas, por lo que considero que tendrán que empezar a cuestionarse esta postura anti evolutiva si realmente se tiene como meta el ascenso social del grupo étnico desfavorecido.

Por ejemplo, un fuerte punto de roce entre ambas tradiciones, es la práctica de ciertas ceremonias que se realizan sobre todo en hospitales infantiles, donde el propósito es salvar al paciente moribundo, haciendo un trueque con la vida de un paciente con perspectivas de recuperación. El terror que produce este tipo de ceremonias en las salas de ingreso de los hospitales es indescriptible, dada la vulnerabilidad emocional de todo el que tiene un niño hospitalizado, crea en esas prácticas o no. Cabe destacar que muchos santeros hacen suyo el apotegma del carácter sagrado de la vida humana, y echan de sus casas templos a quienes los contratan para realizar actos que menoscaban la integridad del prójimo. Sin embargo, en contra de la percepción positiva que se busca tener de las tradiciones de origen africano para su plena aceptación social, está el carácter relativo de ésta postura ética. Las críticas a la misma se efectúan, sí, pero en privado y en voz baja, debido a que predomina el temor a parecer intolerante, o, incluso, ser catalogado de racista, lo que estanca el debate. De hecho no puede haber debate cuando una de las partes teme ser juzgada a la ligera por la opinión pública, siempre condicionada por los signos de los tiempos.

Por lo tanto reitero creer improcedente considerar que baste con tomar medidas de carácter político para solucionar la asimetría racial en Cuba. En cambio sí estimo que el papel de las ONGs será fundamental para, en el ámbito de la sociedad civil, operar en el terreno que no compete operar a la política. Y lo serán en particular las ONGs partidarias de una visión multicultural de lo cubano, dado el creciente número de partidarios de esa manera de percibir el mundo. Lo serán porque, esas ONGs, tendrán un peso decisivo en lo concerniente al impostergable mejoramiento moral de aquellas tradiciones que generan un silencioso y prudente rechazo social. Allá a donde el sincretismo “tradicional” no llegó con su mensaje cristiano debido a una difusa percepción, es decir, por ser percibido como una macabra estrategia de las clases, razas y culturas dominantes, los partidarios del multiculturalismo podrían jugar un papel fundamental al poner sobre el tapete dicha cuestión desde el punto de vista de esas mismas identidades o etnias, como una iniciativa propia, y no como algo impuesto desde grupos que presuntamente se sienten superiores.

Opino que, el debate racial, sería fructífero si ambas perspectivas culturales asumiesen que la una difícilmente logrará prevalecer sobre la otra, por lo que nuevamente será necesario empezar a buscar un ámbito de cohabitación en armonía, tal y como en siglos anteriores hicieron las culturas originarias. Porque, y ésta es mi opinión, el choque de identidades que de hecho ya se está produciendo no será entre culturas radicalmente distintas, sino entre perspectivas intelectuales diferentes, todas mirando al pasado desde enfoques contemporáneos. Para conseguirlo, el tono del debate será esencial. Será esencial formular las propuestas con la mente fría para evitar el exabrupto descalificador de una parte, que solo conduciría al silencio oneroso de la otra.

—————

Volver


Contacto

Lázaro Castell