¿Vale la pena enfrentar al cártel de La Habana?
Parte III
El cártel de La Habana en su territorio.
Piense en el peso real que para la narcoguerrilla colombiana podría tener la opinión de un simple campesino desplazado, y tendrá una idea de lo que para el cártel de La Habana vale la opinión de un cubano de a pie. Desde la óptica de la narcoguerrilla, el eventual campesino primero tendría que aceptar la idea de haber traicionado a los de su clase, pues la narcoguerrilla, justamente, lucha para reivindicarlo a él como persona con dignidad en medio de un mundo asimétrico y hostil dominado por los ricos explotadores que lo desprecian. Desde ésta óptica, el narcotráfico es reconocido como un mal, sí, pero un mal necesario para autofinanciar la desigual contienda. Es, de hecho, una de las armas “legítimas” con las que cuentan los países del tercer mundo: la bomba atómica de América Latina contra los Estados Unidos, según dijera Carlos Ledher en 1985 desde las selvas nicaragüenses, en un mensaje televisado denunciando al imperialismo estadounidense, en el que apelaba a sentimientos nacionalistas para evitar la extradición.
Asumida ésta circunstancia por los factores extranjeros en el sentido de una realpolitik, en el caso de la Cuba post-17 de diciembre cuestiones tales como la de la necesidad de informar al pueblo a través de medios alternativos para que abra los ojos, o cuestiones como las recogidas de firmas para tal o más cual proyecto ciudadano con el objetivo de empoderarlo, se han vuelto lugar común. El Cártel de La Habana ya no se inmuta ni con lo uno, ni con lo otro, como sí podría decirse que llegó a inmutarse en años recientes. Tanto el periodismo independiente como los proyectos ciudadanos alternativos, van tornándose algo pasado de moda e incluso aburridos según se va produciendo la transición, de Régimen de La Habana con cierta ideología por la que luchar, a exótico Cártel de La Habana.
En la foto, fundadores de las FARC en Marquetalia. De izquierda a derecha: Fernando Bustos, Manuel Marulanda, Jaime Guaracas, Miguel Pascuas y Rigoberto Lozada.
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