Pescadores de clarias

Pescadores de clárias

En la escuela mucho que se burlaron del Bizco. La madre, la pobre, hizo lo que pudo con el salario de limpia pisos, que con su estrabismo ni el alfabeto logró aprender. Dicen que es hijo de un pescador de Cienfuegos que, según las malas lenguas, se aprovechó de ella cuando empezó jovencita limpiando en las oficinas del astillero. Fue en una temporada en que tuvo el barco roto subido en el varadero. Suelto y sin vacunar lejos de la casa, en un pueblo a donde nadie lo conocía, tiró una cana al aire que acabó preñando a la infeliz. Aunque no sé qué te diga, que hay otras versiones...

El Bizco se cría al garete porque, tras él, vienen otros hermanos también hijos de pescadores casados, aunque vale aclarar que ninguno con su mala suerte. Los hermanos mal que bien sí fueron reconocidos por los padres, y mal que bien sí recibieron algún que otro par de zapatos por los cumpleaños. Él ni eso, que el tal Cienfueguero es un hombre respetable en su provincia, militante y jefe de no sé qué por allá, para quien resulta un deshonor haber preñado a una mujer como la Bizca. Si hubiese preñado a una de las perfumadas muchachitas de las oficinas, a cualquiera de ellas… Pero no; tuvo que ser a la limpia pisos, nada menos que a la Bizca. Y si la gente se entera que él se comió esa claria…

Desde chiquito se sacrifica por los hermanos. Hoy por hoy si la carne es poca y no alcanza para todos, él come arroz pelado. Y ya no tanto porque ha crecido y lucha el billete, pero antes, que me han hecho los cuentos, si no hacía mandados le agarraba el cinto.

Pues ese bizco medio huraño que deja la escuela para andar de mataperros por los montes y la costa, ese bizco feo acomplejado que se ríe poco, se enteró, por boca del Negro, de la metida de pie que nos dio el Galleguito. Estábamos el Negro, los jimaguas y yo, pescando clarias en las zanjas del monte. No a carrete sino a fija, porque, de día, las clarias se entierran en el fango para salir en las noches sin luna. De noche es cuando mejor se cogen a carrete, con ranas vivas como carnadas o sino a machete, pero figúrate. De nosotros, al Negro es a quién único dejan ir solo de noche al monte. Y no porque ya esté en octavo, sino porque la madre es medio parecida a la del Bizco. El Negro casi que puede hacer lo que le da la gana: llegar a la hora que le da la gana, bañarse cuando quiere como si no se baña, comer cuando le salga… Yo no. La entrada de golpes nadie me la quita de arriba. Y los jimaguas menos, que los jimaguas ni siquiera están en secundaria.