agosto 2011

REBELION EN LA CUSPIDE

Silvio metió la pata hasta Hong Kong”, dijo un paisano refiriéndose al email que parece un guión de Mesa Redonda. Y Pablo está purgando su neutralidad en tierra de nadie. Ahora ni es de un bando, ni es del otro. Y eso se paga caro. Ánimo, Pablo, que tú saldrás adelante. La historia te absolverá.

No eres el único que deambula en la vasta zona desmilitarizada de esta guerra fría, para de esta forma eludir los gélidos ramalazos. Solo que esto último que hiciste, por tratarse de ti, no fue creíble. Una onda a lo aldeano que no funcionó. Te dejaste engatusar por la doctrina pop guevarista seguida por ellos. O sea que actuaste como un ingenuo neorrevolucionario, sabiéndose que sabes más de la cuenta.

¿Que qué es un neorrevolucionario? ¿Por qué neorrevolucionario? Porque hay que buscarle un nombre a esta tendencia postmoderna implantada por un grupo numeroso de jóvenes. Los Aldeanitos. Eluden el compromiso social menospreciando tanto a la oposición democrática como al gobierno, no obstante “militar” en una idealizada izquierda. La verdadera izquierda –agregan arrogantes. La del Che inmaculado de la foto, aclaro, no la del destripador de la Cabaña.

No hallará Pablo, en los neorrevolucionarios, proyectos de índole alguna. El posmodernista libro por el que se rigen es uno que tiene como portada el ícono pop argentino-cubano, y parece un manga japonés. Puro alucine. Grafitis hip hop fusionados con algún que otro párrafo de Tolkien, o alguna guerrilla urbana peregrinando una vez al año a la Rotilla. El compromiso con la realidad está fuera de su universo. Son nuestra versión de los indignados.

No perdamos de vista al querido Pablo. Porque Pablo no es de la generación Y, ni de la X. Pablo es un baby boomer que jugó fuerte al bando perdedor de la guerra fría, y ahora tiene el valor de reconocerlo. Un José K. que sin Proceso alguno fue condenado a cortar caña quemada en las UMAP, que del más hondo abismo emergió a la cima del estrellato deslumbrado con la utopía, y que ahora está siendo devorado por ésta. Ninguna mafia perdona a sus desertores, y Pablo es un desertor aunque lo niegue.

No sé que le habrá hecho pensar que podía declararse revolucionario a lo aldeanito y al mismo tiempo desafiar al revolucionario insigne, el legítimo legitimado a golpe de respuestas rápidas. Declararse revolucionario y al mismo tiempo plantar cara a los argumentos dictados por los asesores del capo caribeño en ambas direcciones, a diestra y siniestra. A siniestra a un flácido Edmundo, y a diestra a unos ridículos mambises rompe discos. (A propósito, que gastado el numerito ese de la aplanadora, que fuera de moda, qué a lo años setenta, qué poco creíble…)

Y para más cruz de su parroquia, Silvio le ha virado públicamente en contra el selectísimo club de los que se quieren y basta, a quienes basta que un grupito de extremistas, (casi seguro teledirigidos desde aquí), salga a las calles de Miami a pedir una invasión a Cuba para que él, (Silvio), y el resto de los del club, tengan un ralo motivo para apoyar fusilamientos y encarcelamientos ejemplarizantes. Qué bochornosamente simples. Qué impropio de personalidades de tan alto rango.

Ánimo, querido Pablo. No lamentes haber desertado. Enorgullécete. Asume que la democracia es la más grande revolución social que ha hecho la humanidad en los últimos siglos, y legitímala de una vez.