enero 2012

LA DECIMA ES COSA DE VIEJOS

Frank Zappa definió el underground de este modo: "La Cultura Oficial sale a tu encuentro, pero al Underground tienes que ir tú". Eso hice. Indagué, investigué inquirí, pero fue inútil. Hay escritores underground, poetas underground, trovadores underground, raperos pintores escultores performistas teatristas cineastas en fin, que hay de todo en las catacumbas del arte cubano. De todo, menos repentistas de la décima campesina.

Para provocar, para estimular espolear incitar el debate, afirmo que la décima campesina es cosa de viejos. Mire usted Palmas y cañas. Cincuenta años y sigue ahí, ahí, ahí. Lo mismo con lo mismo. Un fósil del quinquenio gris.

Da pena tanto talento sin voz propia, tanto talento joven y no tan joven repetir hasta la saciedad esquemas y consignas propios de los años setenta. Pena da tanto falso entusiasmo por la CPA tal, la CCS mas cual, y por el aniversario de la ANAP y de la ley de reforma agraria, y pena da tanta loa a una política rural que, para lo único que ha servido, ha sido para aniquilar el orgullo campesino. Los jóvenes no quieren ser guajiros.

El estanco del campo cubano se refleja en su arte insigne, y viceversa. Cada vez la patria se hace más urbana, más Habana, más capital más ciudad cosmopolita que mira al mundo, más ventana que se abre se vende al mundo al mejor postor, más inquilino que pinta la fachada, mientras al patio se lo come la hierba. Cuba es la Habana y lo otro área verde. Solo que un antiguo jardín área verde de vegas y cañaverales, hoy por hoy abandonado a la maleza impenetrable con espinas. El que tiene un amigo que ya no tiene un central, sino un hotel cinco estrellas en la ribera atlántica.

Y si no vaya usted a las radionovelas republicanas para que tome nota de la época dorada de los campos cubanos. Vaya usted e indague por las radionovelas que globalizaron la isla antes de la globalización, vaya y observe que no pocas de ellas transcurrían en el campo. Hoy por hoy, el ciento por ciento tiene lugar en la capital. Ya no son los tiempos de Dora Alonso, Delia Fiallo o Félix B. Caignet. El campo no vende. La vida en el interior de la isla, es poco menos que un lugar común que hay que evitar para no morir de aburrimiento.

Los poetas repentistas, los que deben representar al campesinado, no lo están haciendo. Tengo en mis manos el semanario Mayabeque del 6 de enero, y en la página cultural hay cinco décimas firmadas por importantes cultores. Cinco décimas adulonas dedicadas todas al triunfo castrista de enero, y una más arriba dedicada a los cinco espías.

Para provocar, estimular espolear el debate, reto a mi interlocutor a que me busque, me oriente me de un testimonio me convenza me diga dónde están los repentistas campesinos comprometidos con la realidad los problemas reales del campesinado. Lo reto a que me facilite un vídeo, quiero ardo en deseos de ver una controversia underground, una acalorada controversia de verdad, de las buenas, a donde el campesino alce su voz en la voz del repentista, a donde se queje denuncie la maloja de restricciones que le impiden avanzar, a donde se queje denuncie la desaparición casi total del transporte público en la zona rural, a donde denuncie se haga eco del éxodo joven del campo, de la proliferación de la plaga de matarifes en fin, de su lamento borincano. Lo reto, y le juro que es un reto que quisiera perder.

 

CUANTOS SOMOS

La pregunta es casi obligada. Casi el quid el busilis, casi la esencia casi la médula, de las entrevistas efectuadas a los demócratas del patio. La escuché en 2008 a un reportero de no se cuál agencia internacional, en la primera convención del Arco Progresista. La escuché un par de años después, cuando el lanzamiento del proyecto Nuevo País, y la escucho casi todos los días en los contactos radiofónicos de la Martí con la isla. Con palabras más-menos se indaga, hay gran interés, en saber el número, la cantidad de seguidores, del grupo tal o el partido mas cual.

A más de un entrevistado se le escucha balbucear. La iniciativa, bien. Todo muy lindo todo muy bien todo perfecto, pero, la noticia está en la cifra. El resto parece ser lugar común, ser más de lo mismo, el resto de la iniciativa cae en saco roto… si la cifra no llega a los tres ceros.

Son poco los entrevistados que logran conformar al entrevistador con aquello de que, hablar de cifras en Cuba, es matar con tomates. Y esa es la curvita, ahí es a donde se pierden las agencias de prensa y algunos locutores. Es como adivinar la temperatura corporal de un enfermo con una mirada somera, sin un termómetro.

De un termómetro como metáfora, como barómetro que, en nuestro caso particular no puede, de ninguna forma, reducirse a encuestas o a declaraciones mediáticas que buscan el impacto, la noticia asequible la declaración digerible asimilable, el dato fácil de esgrimir en una discusión verbal donde, lo intangible, rezuma sospecha.

Porque lo intangible sobra en cierto periodismo. Sobra en cierto tipo de ensayo, de crónica de comentario, de artículo de opinión de entrevista en fin, que lo intangible por lo general corresponde al ámbito de la ficción. Y por supuesto que, lo intangible, sobra en las encuestas. La encuesta, para que sea encuesta, debe estar recopilada entre personas dispuestas a decir lo que piensan o sea decir la verdad. Así que hacer encuestas de corte político o social dentro de Cuba, es ignorar la sine qua non del castrismo, es decir, la vida en la mentira.

El encargado de dar la cifra se ve en aprietos. La respuesta a la pregunta necesita expandirse en un ensayo largo y tedioso, y, va, y es comprendida. Que el ensayo solo contempla el punto de vista del autor y hasta la conveniencia del mismo. La sinergia de verdad, la de verdad, la sinergia de la estadística, malamente podría ser comprendida en el exterior de la isla, desde por ejemplo una buena novela de ficción escrita por un cubano de Cuba, con disímiles puntos de vista que evolucionen a lo largo de la historia, para que cada cual se haga la idea y saque conclusiones propias.

Pero tenemos poco tiempo, se le escucha decir al locutor, que sigue buscando el impacto noticioso a sabiendas que tendrá que esperar, que aún queda camino, mucho camino por andar. El activista sabe bien que, el 95 % de los 8 millones de cubanos que dieron su firma por la irrevocabilidad del castrismo en 2002, firmarían alegremente lo contrario en caso de que se despenalizara la discrepancia política. El activista lo sabe y el locutor también, más, no por ello, pierde la esperanza de obtener una cifra, una inmensa cifra tangible.