abril 2010

 

REQUIEM DE BUENA FE POR BUENA FE

Un destacado intelectual, no recuerdo cual, alegaba que el estalinismo había colapsado porque los dirigentes, a la hora de la verdad, no dieron la orden de defenderlo. De todas las actas de defunción, esa me ha parecido siempre la más acertada. Los hermanos Castro lo saben. Saben que, para que ese mismo pueblo que lo critica en privado se desdiga públicamente, basta una orden del Partido.

Y así lo han hecho, porque la muerte de Orlando Zapata los lleva de la mano y corriendo. ¡Ah, si hubiese el menor indicio de violencia! Pero no. Como en los diques de los Países Bajos, un simple albañil ha abierto un pequeño agujero en el robusto muro demagógico, y si no se pone el dedo el insignificante goteo puede terminar reventándolo.

¡Nos vamos a parapetar!”, ha advertido Raúl Castro, y como el enemigo va con faldas blancas y con gladiolos en las manos, ha ordenado vestir de verde a quienes siempre deberían ir vestidos con el color de la paz: a los artistas e inte-lectuales.

Porque se trata de una orden militar, canalizada a través de las instituciones para que no lo parezca. Es la “revolución” quien les ha dado a esos artistas e intelec-tuales la cara oportunidad de realizarse en el cine, en la música, o en las letras publicando libros, editando discos o financiando películas y espectáculos. Es la “revolución” que los ha privilegiado con promociones a cambio de una incondi-cionalidad prudente, quien puede ningunearlos si se salen del caminito trazado.

Es esa misma “revolución” quien necesita que esta vez vayan más allá. Se vestirán el cuerpo de blanco para que no se note que el alma irá de verde. Es táctica militar un camuflaje acorde el terreno a donde se va a combatir, y como el enemigo es pacífico y dispara mensajes de amor, no se debe ir con balas de plomo.

En el cumplimiento de esa orden va la edición del próximo libro, la próxima gira musical, o el financiamiento de la próxima película. Es mucho lo que hay en juego de no firmar la carta de apoyo a la “revolución”, o de negarse a cantar o a declarar en el concierto. Es, o la dichosa declaración, o la carrera de toda una vida. Cinco o diez minutos que dura la declaración, a cambio de la oportunidad de seguir viviendo como artista o intelectual de manera formal. Una oportunidad más de no sufrir la humillación de en lo adelante tener que vivir de la venta de pizzas o de ropa reciclada, huyendo constantemente de la policía.

Pero cinco o diez minutos que tendrán un alto costo en materia de capital sim-bólico. En mi caso, de aquí en lo adelante no podré seguir escuchando de buena fe al dúo Buena fe. Israel Rojas se ha encargado de hacer de su ícono pedazos, cuando se hizo el bobo en el noticiero de televisión la noche en que se anunció el concierto contra las Damas de Blanco.

Tú no me tengas miedo, hoy me prometo manso. Quizás mañana me arrepienta y no perdonaré”. “Pero mi catalejo y yo entendemos el momento. Hoy tenemos catarsis, mañana habrá nacimiento”... Qué decepción. Porque el mañana que anuncia en dos canciones distintas llegó con la muerte de Zapata, e Israel ni se arrepintió, ni alumbró el nacimiento que prometió. En su lugar optó por la man-sedumbre de una extraña catarsis que ha dejado pasar el momento.

Rojas seguirá eternamente apostando por sus de corcho ganas de vivir, flotando en aguas claras y nadando en las infectas. Seguirá bregando eternamente entre los fantasmas de los llega y pones en que malviven sus hermanos orientales a los que acaba de abandonar, a los que acaba de canjear por promociones y giras. Ro-jas ha virado la cara para reír y de paso no verse obligado a reconocer que nadie llora porque quiera llorar, para con una sonrisa de labios para afuera, ocultar la frustración de que acaba de dejar ir la oportunidad de ser lo que una vez quiso ser y ya no será: un gran campeón de fin de fiesta

 

 

 

¿PODRAN DOMAR EL POTRO?

En 1988, el disidente polaco Lech Walesa es llamado por Kiszczak, la segunda persona del partido comunista, para acordar que la oposición democrática y el Gobierno se sentaran en una Mesa Redonda. “Concluyeron que estábamos debilitados por la Ley Marcial –asegura Walesa-, y que íbamos a llegar a un compromiso que les permitiera engancharnos en la órbita del poder, dando al gobierno una nueva credibilidad y posibilidad de resolver los problemas económicos del país. Ellos querían dejar a Solidaridad un pedazo de poder virtual, después dejar en el gobierno a los obedientes, y remover a los desobedientes. Esa fue la filosofía del gobierno: enganchar, utilizar, y escupir.”

No dudo yo que por esa línea vaya la política a seguir con Los Aldeanos. A raíz del primer concierto legal que el Gobierno les permitiera dar en el cine Acapulco, los raperos dieron pie a un sinnúmero de comentarios a partir de sus declaraciones a la prensa internacional.

Y es que de todas las nuevas formas de lucha pacífica que en la última década se han unido a los ya clásicos periodistas independientes y partidos políticos; es decir blogueros o Damas de blanco, el movimiento del Real Hip Hop des-punta quizás como la más peligrosa bomba de tiempo. Por sus características singulares; juventud, carisma, excelente proyección escénica, estos muchachos constituyen la única forma de resistencia que arrastra pueblo, o sea, la única forma de resistencia a la que la población no teme seguir masivamente, lo que los hace intocables. ¿Que por qué la bomba no ha estallado?

En el recién premiado documental “Revolution”, Aldo y El B. proyectan una diáfana imagen de revolucionarios. Carisma y llaneza se mezclan para venerar el ícono del Che Guevara como símbolo de la pureza rebelde con la que se identifican. Una rebeldía iconoclasta que se pretende auténtica, que con el entrecejo fruncido de la imagen de Korda observa a los bandos enfrentados con desdén; “todos quieren manipularnos”, parecen querer decir, y dejar en entredicho que nadie los manipula. Pero eso es lo que ellos creen. Porque el hecho de que se perciban a sí mismos como verdaderos revolucionarios, implica ya una manipulación de tipo semántico. Sucede que en el ADN del cubano medio, la palabrita resplandece como la primera de las acepciones de la virtud. Diciéndose revolucionario se dice Martí, Maceo, Félix Varela, Frank País. Se dice solidaridad, honestidad, fraternidad, se dice patria, se dice deber, honor, amor a los pobres y a los marginados. Ahora bien, la paradoja está en que, definitivamente, la palabrita lleva cincuenta años secuestrada por la oligarquía heroica, y quien la lleve como estandarte, muy a pesar suyo, desliza el mensaje de que se identifica con dicha oligarquía.

La segunda manipulación orbita entorno al ícono de la mayoría de los integrantes del movimiento que encabezan: la imagen del Che. Salta a la vista que el dúo tiene una visión altamente parcializada del guerrillero argentino, la misma que el gobierno cubano exportó, soberanamente manipulada, en 1967. Una tercera manipulación, y quizás la que hace del dúo una plaza no perdida del todo para el gobierno, es que los muchachos ven tanto en la oposición democrática interna, como en la que radica en Miami o Washington, una especie de ave de rapiña que pretende utilizarlos para hacer patria.

Suerte que, esto último, es solo cuestión de tiempo. Llegará el día en que Los Aldeanos, que tan orgullosos están de su ortodoxia, abrirán los ojos y se darán cuenta que durante todo este tiempo no han hecho otra cosa que repetir de manera indirecta el mismo discurso que Granma y Mesa Redonda destina a los herejes del credo revolucionario.

Entonces la bomba de tiempo estallará, porque el impacto de ninguna explo-sión supera en potencia a la rabia que se siente al descubrir que se ha sido manipulado. Abrirán los ojos y mirarán al interior de la Isla, a esa Cuba que no está a minutos de los grandes hoteles y de las embajadas, como sí lo está Nuevo Vedado, y se tropezarán con un universo a donde se necesita tener una dosis mucho mayor de coraje para disentir.