mayo 2010

 

MONOLOGANDO CON EL DIRECTOR DE PALABRA NUEVA

Sr. Orlando Márquez.

No me he empatado con el artículo de Oppenheimer sobre el Cardenal, pero sí con la entrevista que dio pie al mismo, y le adelanto que, al igual que el laureado periodista y que la mayoría de la oposición pacífica, la expresión “violencia mediática” me resultó contraproducente.

Parece una acepción, o una prolongación, de la “campaña mediática” que ha estado empleando el gobierno desde finales de febrero, para de verdugo transformarse en víctima y así confundir al cubano de a pie. En la entrevista el Cardenal habla de una supuesta violencia mediática por parte de medios de comunicación españoles y norteamericanos, sin enfatizar en el hecho de que la mayor parte de los “violentos” han sido cubanos de dentro y fuera de Cuba. Continúa explicando la “natural” reacción del gobierno, al que dicha violencia le ha instado a responder a su manera, y prosigue con la estrategia de la Iglesia para enfrentar el fenómeno: un llamado a la cordura y a la sensatez para pacificar los ánimos.

Planteadas las cosas de ese modo, da la impresión de que en el extranjero se ha exagerado lo que a fin de cuentas no era para tanto. Y sin embargo, lo es. Sucede que una vez que se toma el camino de la oposición pacífica en Cuba, el opositor honesto empieza a ver como hermanos de lucha al resto de los opositores, aunque no los conozca personalmente. Si uno de estos hermanos muere de la forma en que murió Orlando Zapata, lo menos que puede hacer quien va a condolerse de manera formal, es respetar la justa indignación de quienes sí experimentan un auténtico dolor e incluso ira, debido a la cercanía del tipo que sea que tenían, o que sentían, hacia la víctima. Subrayo lo referente a la formalidad del mensaje, porque basta comparar el tono de la nota que apareció en Palabra Nueva que lamenta la muerte de Zapata, al tono vigoroso de su artículo en defensa al Cardenal. En el fondo del asunto, dejar morir a un opositor implica una especie de escarmiento, un mensaje implícito que envía el gobierno, dirigido a la oposición.

Violencia mediática no fue el grito desgarrador de Reina Loyna transmitido en directo por Radio Martí, ni lo que publicó El País o el Nuevo Herald salido de la pluma indignada de cubanos tanto de dentro como fuera de Cuba, como de periodistas y personalidades del extranjero. Violencia mediática fue lo que sacó el NTV a la semana de muerto Zapata, cuando lo descalificó manipulando la realidad deliberadamente.

En cuanto a lo que declaró Fariñas a Oppenheimer respecto al Cardenal, pondré a su disposición una segunda perspectiva del asunto.

Tengo en mis manos el # 162 de Palabra Nueva, con el comunicado de la COCC que explica lo sucedido con la Revista Vitral. Y tengo también el # 45/46 de la revista Encuentro, donde se publica la entrevista que le hizo Dagoberto Valdés a Lech Walesa, que iba a ser publicada en la Vitral # 78. Como católico estoy en el deber de asumir el hecho de que no puedo saberlo todo, que también en la Iglesia hay asuntos de “alta política” que en todo caso serán revelados a su debido tiempo. Pero como cubano simple, que también lo soy, después de leer la entrevista a Walesa, más clara que el agua, y de leer la nota de la COCC, casi incomprensible, queda claro lo que la Iglesia ha querido dar a entender sin decirlo por lo claro.

Esa podría ser una de las razones por las cuales la oposición tiene sus reservas con la Iglesia. Y hay más. Andrés Oppenheimer no debe haber sido el primero en reaccionar a la entrevista al Cardenal; antes que él lo hicieron muchos cubanos de dentro y de fuera. ¿Por qué entonces responder a la reacción que tuvo él, un argentino, y no a cualquiera de los tantos cubanos de la oposición que reaccionaron? Esa podría ser otra de las razones que tuvo Fariñas para decir lo que dijo, pues el gobierno “otorga prebendas” a quienes ningunean a la oposición. ¿Cuál prebenda? No hay que ir tan lejos. Compare su estatus actual y el de la revista que dirige, al destino de la Vitral que dirigió Dagoberto. Acá la garantía de tranquilidad ciudadana, la garantía de ejercer una labor, en este caso intelectual, al margen de lo oficial, y ejercerla sin sobresaltos, no es un derecho, sino una prebenda que el gobierno le da a quienes se mantienen dentro de un límite aceptable.

En cuanto a su trabajo como periodista, yo en su lugar no hubiese editado las oraciones de la entrevista que hablan de violencia mediática. Es decir, las hubiese “censurado” piadosamente, solo por evitarle malos ratos al Cardenal. Esa hubiese sido la mejor forma de no atizar las pasiones. Pero ya que no fue así, la segunda opción hubiera sido, y continúa siendo, la de reconsiderar de una vez lo ya dicho, teniendo en cuenta que, los que denuncian a camisa quitada la realidad cubana, no están en condiciones de descifrar jeroglíficos semánticos, como aquella carta que cito arriba que a fin de cuentas no dice nada a quien no está en el reducido círculo al que usted pertenece. Son ustedes, que están en la relativa tranquilidad de la retaguardia, quienes deben apiadarse del ímpetu de quienes están en el fragor del combate poniendo la carne de cañón, y facilitar la comunicación con argumentos legibles.