septiembre 2010

 


 

AMAURY Y EL CLUB DE LOS QUE SABEN CALLAR

Ya tiene un espacio. La “derecha pragmática”: cada martes, da fe de su militancia. “Si me dejan ganar dinero en paz, me quedo callado o aplaudo sin reservas” es, según el escritor Arturo Arango, la vara por la cual hay que medirla, porque ninguna otra vulnera la máscara que usa.

Suelen ser políticamente correctos, porque lo correcto, hoy por hoy, es eludir la opinión política. “Somos artistas, no políticos. No aceptamos preguntas capciosas”, se quejan una y otra vez de la indiscreción de los periodistas extranjeros.

No se meten en política, aseguran, aunque toman partido por cierto Partido. Así firman cuanta carta de apoyo a la línea de dicho Partido haya que firmar, hacen un espectáculo en homenaje a los cinco héroes, o critican el burocratismo de no pocos funcionarios. O sea que juegan con la cadena, pero no con el mono.

No usan el término comunista, aunque no pocos militan en el Partido. Prefieren autodefinirse como practicantes de una ética revolucionaria. Si por casualidad alguien cuestiona dicha ética acusándola de intolerante o represora, en lugar de sacar un as de argumentos sacan uno mucho más simple: la fe. La derecha pragmática, simplemente, apoya a la revolución por las buenas intenciones que tiene, jamás por los actos.

Al primoroso club que han fundado, el club de los que se quieren y basta, no entra cualquiera. Se trata de un selectísimo club para artistas e intelectuales y tiene un par de estatutos. El primero, es tener una obra reconocida, y el segundo, es el de mezclar las oportunidades de mercado, a actitudes de obediencia o silencio respecto a la política. Ya efectuó el primer acto público en el Pabellón Cuba, con amplia cobertura en el noticiero nacional de televisión. Allí interactuó con los televidentes, vendió grabaciones del programa, y regaló autógrafos. El espacio televisivo que ocupa tiene cobertura también en los informativos extranjeros, pues, los miembros de la derecha pragmática, son los únicos cubanos con el respaldo oficial necesario para emitir una opinión propia, sin correr el peligro de quedar fuera del juego.

Y ya han pisado cayos como el que le pisaron al economista Ariel Terrero, quien se despachó en una revista matutina de televisión contra lo que declaró Alfredo Guevara acerca de los periodistas y funcionarios. Terrero, el único comentarista autorizado a hablar de economía por televisión, sabe que Guevara lleva razón. Lo que le jode a Terrero es el desenfado con que Guevara elude la responsabilidad que ha tenido y tiene como intelectual orgánico, y el oportunista discurso subjetivo con el que toma distancia.