La vida de los nosotros

 

 

Primer contacto.

Donde se informa las verdaderas razones por las que Camilo se mete a informante de la Seguridad.

  • Yo no sabía nada, Che. Por qué había sido. Ni imaginar que estaba implicada mi familia. La gritería empezó, yo sentado en el portal… La muchacha a decir palabrotas, a ofender al marido: de descarao palante. Le dije a la nieta que entrara a la casa para evitarle el espectáculo, pero no lo hizo. Porque en eso el hombre sale por la puerta y la mujer sale detrás y pega a escandalizar en el portal, a tirarle jarros y lo que tiene a mano, y ahí la calle se llena de gente… Gente en las aceras, gente en los portales...

  • Y la nieta ahí, viéndolo todo.

  • Y la niña ahí compadre, a mi lado, jugando a las muñecas junto a la baranda. Yo quisiera que tú la vieras; el jueguito de cocina organizado, las muñecas acostadas, tapadas con pañuelitos… en fin, una inocente. Después veo que la gente se acerca a la hija mía, como si tuviera algo que ver. Y yo no sé quién –porque te lo juro que la rabia, el asco, la impotencia, no sé, me nublaron el cerebro- yo no sé quién, me dice que el escándalo viene porque el hombre, borracho, le propone a la hija mía no sé cuántos dólares por que se le encuere. Y entonces la hija mía, ofendida, va y le cuenta a la mujer de él, y cuando él llega pues se arma.

  • Cosa más grande. ¿Y tú qué hiciste?

  • ¿Yo? ¿Qué tú quieres que haga sin pruebas? Tú no imaginas el tamaño del tipo ese; una muralla. Que no es la primera vez que le faltan al respeto a la hija mía. Ya el barrio aquel no es el mismo de la época de nosotros, Che. Se ha vuelto una cloaca. Hasta niños menores de diez años –yo quisiera que tú los vieras- son incitados por los padres a faltar el respeto a las niñas para demostrar que son machos. En fin primo, que no quiero que mi nieta crezca en un ambiente así. Por mejor educación que le demos, el ambiente que la rodea la echará a perder. Y si no la echa a perder, la hará una infeliz. No encajará, no conseguirá amigas, y eso acabará marchitándola porque la juventud es una sola, y para la juventud es fundamental el reconocimiento del grupo. Una chiquita correcta no encajará en un grupito de reggaetoneras mal habladas. Será menospreciada, acusada de burguesa, de orgullosa, de creyente, qué sé yo.

  • Te entiendo. Te entiendo… pero no sé a dónde quieres llegar, en qué puedo ayudarte.

  • Que tú eres del MININT, primo, y yo estoy sancionado por la ley del trabajo a la casa. Y sancionado, no me autorizan salir del país.

  • Y… ven acá. ¿Por qué, exactamente, te sancionan? Refréscame la memoria.

  • Por desvío de recursos en la cafetería que administraba. Cosas de éste país. En la práctica, es más rentable vender a los timbiriches la materia prima que asigna el gobierno al establecimiento, que elaborar productos que acabarán mosqueándose por la mala calidad, por el desgano de gente desmotivada... Son más de treinta años que llevo en el sector de Comercio. Vendes los insumos en el mercado negro, depositas en la Empresa, que es lo que interesa a los jefes, lo otro te lo embolsillas, y todo queda en casa. No es mucho, pero da para comer. Eso, hasta que te agarren.

  • Ya, tranquilo, que eso es bobería. Otro guión nuevo-journalista.

  • ¿?

  • Nada, no me hagas caso. Así le digo yo a ese periodismo literario de moda que hacen ciertos escritores de ficción, que todo se vuelve datos de que el salario no alcanza. Pues sí –agrego yo-, no conocemos un solo establecimiento comercial del Estado, en moneda nacional, que funcione. Sabemos, con lujo de detalle, cuánto roba cada quién en cada unidad porque tenemos gente de sobra que nos informan. Sabemos incluso lo que hace cada administrador o empleado con el dinero que desvía; mantener una querida, adquirir un efecto eléctrico… de ahí no pasan. La revolución sabe eso, y sabe que la solución es volver a privatizar. Pero… poco a poco. Con pasos lentos, pero firmes, como dijo Raúl no hará mucho. No cometeremos, a la inversa, la imprudencia que cometimos en el 68 con la Ofensiva Revolucionaria. Llevamos veinte años estudiando privatizar cafeterías y bodegas, y quizás demoremos veinte años más, pero de que se privatizan, se privatizan. Lo indica el sentido común. Solo que… debemos tener paciencia.

  • Primo… no te burles.

  • No me burlo Camilo. Solo que cambia el tono. No tienes que venderte como un revolucionario que ama la revolución, pero que se quiere largar del país porque no es comprendido por los burócratas. No seas tan políticamente correcto, culpando de todos los males a los burócratas.

  • ¡!

  • ¡! No subestimes mi capacidad, ni simules delante de mí. Porque, de todas maneras, no puedo llegar y limpiar tu expediente así como así. Mucho menos si persistes en la mojigatería esa de cederista ejemplar que, con el dolor de su alma, emigra por razones económicas. Háblame claro. Te vas, porque consideras que en este país la mierda da al cuello y punto. ¿Es o no es?

  • Primo…

  • Primo nada, Camilo. Mi gente no es boba. Te repito que no puedo llegar y limpiar tu expediente así como así, a cambio de nada. No está en mis manos. A no ser que…

  • ¿A no ser qué?

  • Te sigues haciendo el bobo. ¿No lo adivinas? Pues bien, iré al grano si no hay opción. A no ser que te pongas a trabajar para mí.

  • Primo… Coño… Estamos hablando de principios, creo yo. Me quiero ir del país para vivir del trabajo honesto, para ser un ejemplo para mi hija y mi nieta. Sería predicar agua y tomar vino. No te rías…

  • Ay Camilo, Camilo. Ustedes, los Camilos… banderas del decoro utópico. No lo veas de ese modo, Camilo. No tienes que ver las cosas de ese modo. No te estoy proponiendo chivatear al infeliz que desvía recursos para comer. Al menos, ese no es mi trabajo. Qué pobre concepto tienes de mí.

  • No, coño…

  • Tranquilo, tranquilo. ¿Somos, o no somos como hermanos? ¿No nos criamos juntos? Déjame desarrollarme. Déjame que te explique cómo son las cosas, que te abra una ventana al mundo que nunca te atreviste a mirar: el mundo real. ¿Quieres café?... No todos los días se me da el chance de hablar con libertad en esta oficina. Déjame, por un ratico, ser irónico. Déjame desarrollar mis teorías acumuladas tras años de experiencia. Déjame desarrollar mi vocación de filósofo pragmático, en éste ambiente familiar que solo podría darse contigo. ¿Está bueno el café?...

  • ¡!

  • Yo… sé que no puedo ir contra los principios en que nos educaron. La gente de antes… qué bonita. Los maestros de antes… tan honestos, tan idealistas, tan ingenuos. Tanto, que se los tragó la vorágine. No te asustes, no me mires así, que a tu avión nadie lo va a desaparecer. No te estoy lanzando cascaritas para que resbales, ni para ponerte a prueba. Te propongo… una catarsis. Transformar la derrota en victoria… un evento digno de nosotros, de nuestra generación.

  • ¿Algo digno?

  • Sí. ¿Cuántos años llevas trabajando en cafeterías mugrosas, vendiendo panes con croquetas a gente estresada que solo compra por lo barato de la oferta? ¿Cuántos años llevas azorando moscas del mostrador, sobornando a inspectores corruptos y perdóname otra vez el nuevo-journalismo? No me respondas que lo sé. ¡Toda la vida!

  •  

  • No entraste al Ministerio conmigo por escrúpulos, porque inteligencia y aptitud te sobraban. Eras un revolucionario puro, y, el Ministerio, una especie de mafia pequeñoburguesa inferior a tus principios marxistas y martianos. Eras, sin saberlo, una especie de microfraccionario tardío. Al menos por eso se te tomó. Y tu ingenuidad… la pagaste enterrándote de por vida en una empresa municipal de comercio. Se te fue la juventud, el vigor, por querer permanecer puro, y queriendo permanecer puro y digno acabaste poniéndote al nivel de una limpia pisos robando aceite, huevos, y no sé qué más.

  • Primo… creo que estoy perdiendo mi tiempo.

  • Siéntate… que no he terminado. Te crees honesto. Siempre te las distes de honesto, más honesto que yo, y ahora vienes a pedirme una balsa para escapar del barco que se va a pique. Si me lo pidieras para tu familia, lo entendería. Tu familia no tiene la culpa que el barco se hunda, y merece la oportunidad de ser evacuada. Pero nosotros sí que tenemos culpa, Camilo. Tú y yo. Nosotros somos coautores del desastre, y ahora estamos en el deber moral de enderezar el rumbo, para bien de las generaciones venideras.

  • ¿A dónde quieres llegar, eh? Tú siempre con el sarcasmo, el doble sentido, las metáforas esas que nadie entiende. Como todos los segurosos: ambiguos. Háblame claro que tú me conoces. O mejor, nos conocemos. Lo último sería que a estas alturas te metieras a disidente.

  • Ahí es a donde quería llegar. ¿Tú ves? Dime una cosa. ¿Qué opinas tú de esa gente?

  • ¿Qué opino? No sé. No conozco a ninguno. Lo único que sé de ellos es lo que dicen en la Mesa Redonda: que militan por dinero, que reciben órdenes de Miami, y que su verdadero fin es lograr un aval para salir del país…

  • ¿Y, qué opinas?

  • En lo particular, es evidente que hay una manipulación de los conceptos. Sería como decir que Da Vinci, por aceptar la ayuda de los Médici, pintaba por dinero, no por pasión artística, cuando, en realidad, la misma pasión que sintió Da Vinci por las artes, la tuvo que haber sentido Lorenzo de Médici. Son dos caras de la misma moneda, la una completa a la otra.

  • Coincido contigo.

  • Lo mismo que Cervantes y el Conde de Lemus. Uno al otro se completan. En esa época la literatura no era una industria, sino un lujo aristocrático. Eran los aristócratas los que financiaban el arte para inmortalizarse junto al artista. Lo que no significaba que el artista se subordinara al benefactor, sino al contrario. El benefactor nunca cortó las alas del artista, justo porque su fin era el arte, y estaba consciente de la libertad que el mismo necesitaba.

  • Tú eres el hombre que yo necesito, Camilo. Tienes cultura. Incluso más que yo. Ese análisis que acabas de hacer lo demuestra. Una lástima que te hayas desperdiciado a lo largo de éstos treinta años. No sabes lo difícil, sino imposible, de conseguir un agente que tenga cultura. Y para trabajar a los disidentes, nos hace falta gente con nivel. Hoy por hoy solo podemos contar con energúmenos. Mediocres que colaboran a cambio de garantizar un puesto administrativo, un cargo de dirección en una empresa, cuyos recursos saquean a cuenta del respaldo que les proporcionamos. Una vergüenza cómo les gusta la buena vida, como simulan tras el carné de la militancia y el del Ministerio. Tu director, Camilo, es uno de ellos. Cómo todos los años da candanga por los hoteles reservados al MININT. Y la jefa de los inspectores de tu municipio, esa que te puso el pie en la auditoría. Una mujer peligrosa, como la calificó una de sus víctimas una vez que vino a denunciarla, sorprendido de la indiscutible capacidad que tiene para el cinismo, y del respaldo que tiene en las altas esferas. Y te estoy hablando de los mediocres de alcurnia, que si bajamos en la escala social, caemos en un pantano con toda clase de alimañas. No quieras saber tú con cuánta información rastrera hay que lidiar. Un asco la envidia que campea en pleno corazón del pueblo, la bajeza moral de esos ambientes. Cómo chivatean al infeliz que logra ganarse la vida, solo para que no les haga la competencia en el mismo negocio. No sabes qué bien pescamos en esa revoltura, Camilo.

  • ¿Y por qué sigues en esto, primo? ¿Sabes que nunca lo entendí, con la capacidad que tienes? De haberlo querido hubieses llegado lejos. Hablas de mí, pero ¿y tú?

  • Nunca lo entendiste, porque eres como esos maestros de los sesenta que nos educaron en la rigidez de sus principios morales. Esos hombres honestos que se replegaron por falta de vista larga. La vorágine se los tragó. Le dejaron el camino libre a la mediocridad, al fanatismo ideológico, a la “línea dura”, mientras yo sigo aquí, firme, depurando lo que vale de lo que no, por el bien de la patria. La prueba te la estoy dando ahora, Camilo. Ninguno de los que te hizo talco, está a tu altura moral. Ni tu error llega a la ruin chancleta de las barbaridades que hacen ellos a cuenta de los carnés que los hacen confiables. Tú solo fuiste el eslabón más débil, el chivo expiatorio de esa gran maquinaria de bajos intereses creados. Para defender a gente como tú, Camilo, es que estoy yo aquí. Solo que deberás plegarte a mis métodos, pues los tuyos no funcionaron.

  • ¿Y qué tengo que hacer?

  • Mi sección es la #21. La más caliente de todas, la que atiende a la contrarrevolución. Y nuestro municipio –tu municipio- está tranquilo en esa esfera. Los hay que no nos dan respiro, pero no creas se deba a que la población sea más valiente. No creas que los orientales de Palmarito o de Santiago son más guapos. Si esos municipios se han vuelto focos de contrarrevolución, la culpa ha sido únicamente de la incapacidad de los mediocres que tenemos en algunos puestos claves. De su falta de visión, de su ineptitud para comprender la naturaleza del fenómeno, de su bajo nivel cultural. En las zonas que nosotros controlamos eso no ocurre, ¿y sabes por qué? Simple. Porque, como Dios, apretamos pero no ahogamos. Es lo que siempre recomiendo: apretar, sin ahogar. El método de la persuasión. Cuando se hace como debe hacerse, siempre da buenos resultados. Hasta los más idealistas tambalean cuando se les persuade como es debido, en el tono que es debido. Y tú en eso eres bueno, Camilo. Ecuánime, equilibrado, de integridad probada, y sobre todo inteligente, de cierta cultura. A Virgilio no podemos trabajarlo con los energúmenos que tenemos allá. Demasiado astuto.

  • ¿Tú dices Virgilio… el que trabaja en Cultura, el asesor literario?

  • El mismo. Está en unos giros… vamos a decir que sospechosos. Ya revisamos la posibilidad de editarle un librito, para apaciguarlo, pero demasiado críticos los poemas. Nuestro editor le sugirió bajar el tono, eliminar algunos, pero se negó a hacerlo. Le dijo que su-dignidad-de-creador-estaba-por-encima…

  • Tú no me digas.

  • Como te cuento. El hombre se lo está tomando en serio. Hablé con mi gente para acomodarlo con un viajecito a Venezuela, pero cuando supo de las condiciones, cuando supo que el adoctrinamiento político en el campo literario sería fundamental en su labor, se echó para atrás. Y resulta que ahora le ha dado por frecuentar un grupito ahí… Y hasta escribe para un blog.

  • ¿Y eso qué es?

  • Algo así como criticar al gobierno escribiendo en el internet, pero otro día te explico a fondo. Lo que escribe en el blog lo hace bajo seudónimo, para mantenerse en la plaza que tiene en Cultura. Hace poco se barajó la posibilidad de acudir a las nuevas leyes laborales y declararlo disponible, pero yo intervine. Les pedí atender el caso personalmente, con mis métodos. Alegué que la plaza de funcionario en Cultura era la más efectiva de las barreras que impedirían su radicalización con el grupúsculo, que entonces sería fruto del resentimiento a quedar desempleado, y me aceptaron la teoría. Me dieron un plazo, claro, pues el tipo cada vez aprieta más en sus opiniones, sin contar que ha empezado a adoctrinar a un grupo de aldeanitos que ven en él una autoridad literaria que podría masterizar sus composiciones. Pero bueno, por suerte apareciste tú. Vaya que me caíste del cielo.

  • Primo… un momento. Un momento, que yo a ese hombre lo respeto. Cuando tuve el problema que tuve, fue uno de los pocos que me dio apoyo moral aún sin ser tan cercano a mí, así que ten cuidado con la… eh… ¿cómo decirle?; “misión”, que me vas a dar…

  • Mejor todavía. ¡Me has caído del cielo! Todo encaja entre nosotros, incluso las motivaciones. Porque el objetivo no es destruir a Virgilio, Camilo, al contrario. El objetivo es desenfocarlo del camino que está tomando –el camino equivocado- y conminarlo a que se guarde para mejores tiempos, que la patria necesitará de hombres como él. A fin de cuentas es uno de los poquísimos hombres honestos que quedan en el municipio. Mira lo que vas a hacer. ¿Tienes todavía aquellas décimas que compusiste hace más de treinta años, cuando renunciaste a integrar el Ministerio?

  • Bueno… no sé…

  • Pero te acuerdas de ellas, podrías reescribirlas.

  • Sí. Creo que sí.

  • Perfecto. Vas a reescribirlas, vas a decirle que las tienes, y él te invitará al taller literario que hace en la biblioteca. Quiero que te hagas amigo de él. Ustedes son de la misma generación, así que no te será difícil. Los recuerdos de la escuela, los amigos en común, las “ideas” en común, las “decepciones” en común… Echa palante, Camilo, que una mano lava a la otra. Si tenemos éxito, limpiar tu expediente será pan comido. Te abriremos uno como funcionario honorario –FH- y como premio te limpiaremos el camino de la salida del país. Tu nieta no crecerá en el fango.