Séptimo contacto

La vida de los nosotros


Séptimo contacto

Que informa de cómo Virgilio insiste en su proyecto de oposición sustentable, y se comienza a poner punto final a la colaboración del agente Camilo

 

Segunda carta abierta

Carta abierta al PCC municipal, y a los ciudadanos víctimas de atracos policiales en las autopistas.

Compañeros del PCC

Viajar a La Habana se ha convertido en una experiencia humillante. A mitad de camino la policía detiene el tren, el camión o el auto, y los viajeros somos obligados a abrir nuestros equipajes para una requisa. Y si el camión va lleno, somos conminados a bajar del mismo y a mostrar nuestras pertenencias en plena vía pública. Ni siquiera los finos bolsos de las señoras decentes escapan a tal arbitrariedad.

Nuestros atracadores no se cubren el rostro con pañuelos, ni nos apuntan con sus armas, ni amenazan con un vocabulario soez. De eso no tienen necesidad. La diferencia entre ellos y un forajido de la Edad Media, es que los mismos están respaldados por las leyes de la revolución. No es que la ley los autorice, sino que la misma está redactada con tan poca objetividad, que deja un amplísimo margen de interpretación siempre en favor del más fuerte: la autoridad.

Ciudadanos por favor –nos dicen-, necesitamos que bajen del camión y abran sus equipajes para una inspección de rutina. Mientras más rápido lo hagan, más rápido continuarán viaje.”

A esa hora no solo tiemblan los comerciantes informales, sino los pacientes que, agradecidos, llevan un regalo al médico del hospital. Porque es tradición obsequiar a nuestros médicos un paquete de pescado para demostrarles nuestra gratitud, y para aliviar los efectos del miserable salario que ganan.

Compañeros del PCC: quienes nos desplazamos rumbo a La Habana con unas libras de mariscos o unos pomos de yogurt para vender en el mercado informal, no lo hacemos porque queramos. La necesidad nos obliga. La mayoría de nosotros ha quedado sin empleo, o ha tenido que renunciar al mismo debido a que el salario mensual no cubre las necesidades alimentarias ni siquiera de cinco días. Por favor: intercedan con la policía para que la misma no siga tratándonos como a delincuentes ni nos confisquen la mercancía.

Por otro lado, sabemos que esos policías que nos “atracan” no solo en los puntos de control de las autopistas, sino también en los descampados de las mismas, sin testigos y amparados por el uniforme, también lo hacen por necesidad material. Sabemos que los productos que confiscan, la mayoría, no van para la unidad policial ni para los círculos infantiles como nos hacen creer, sino que se los reparten entre ellos para alimentar a sus hijos o para, al igual que nosotros, venderlos en el mercado informal de La Habana para cubrir otras necesidades no menos importantes que la alimentación: ropa, calzado, o mejorar las condiciones de sus viviendas.

Pero resulta que, al hacerlo, quien se desmoraliza es la propia revolución. Porque el ciudadano de a pie, por lo general, no los acusa directamente a ellos, sino a quienes gobiernan a la revolución misma, que, con sus cientos de miles de informantes, debería estar al tanto de toda esa arbitrariedad policial y no hace nada efectivo por detenerla.

Ciudadano cubano que todo lo arriesga para alimentar a su familia: no se cruce de brazos a esperar a que sea otro el que haga valer la justicia: hágala valer usted mismo. Las leyes de la revolución prohíben la requisa en plena vía pública. Haga valer esta ley. Si todo el que viaja por la autopista se niega a abrir sus bolsos a no ser que se muestre una orden de registro, estaremos haciendo valer nuestros derechos…

  • La bola pica y se extiende Camilo. Ya no estamos frente a un evento municipal, sino uno que involucra a dos provincias.

  • ¿? ¿Tú crees que sea para tanto, Che? ¿No estarán cayendo en la paranoia ustedes, con una carta… no sé…? Hay quien está empezando a ver a Virgilio como un loco, un excéntrico patético, un tipo que quiso ser escritor, y como no lo consiguió, se frustró y acabó fundiéndose. En el pueblo hay unos cuantos que les ha pasado lo mismo…

  • Camilo… eso no viene al caso. Vamos a concentrarnos no en lo que piensa la gente ordinaria, sino en el efecto que tuvo en un grupito ahí… tan excéntrico como él. Resulta ser que, una copia de esta carta, llegó a manos de un grupúsculo contrarrevolucionario de la capital. Un grupúsculo que hasta ayer lo único que hacía era reunirse una vez al mes, en una casa, a hablar un poco de mierda. Sospechamos que la copia de la carta les llegó mediante uno de los traficantes de langosta, de los que abastece paladares en La Habana.

  • ¿Y?

  • ¿Y? Que por primera vez el dichoso grupúsculo ha tenido una idea efectiva, y ésta ha sido gracias a la carta de nuestro poeta. ¿Qué te parece?

  • ¿?

  • ¿No caes en cuenta? Que el grupúsculo empezó a darnos dolores de cabeza reales, Camilo. Ya no se trata de… una reunioncita, con cuatro gatos en Santos Suárez, para hablar de más de lo mismo: democracia, derechos humanos… O sea una reunioncita que se controla cercando la calle con un par de patrullas e intimidando a la gente pidiéndole el carné. Ahora se trata de que han empezado a viajar al campo con facha de negociantes, y cuando el camión llega al punto de control de la autopista; cuando la policía lo detiene para la requisa y se les manda a abrir las mochilas, ellos piden orden de registro.

  • Y como no la hay, se los llevan detenidos para la estación de Managua, les abren las mochilas, y resultan estar llenas de trapos viejos. Entonces por desobediencia se les cobra una multa de treinta pesos que ellos se niegan a pagar, y de manera indirecta arrastran a la policía a una batalla legal en un terreno en el que llevan las de perder, porque, en la práctica, no hay ley que autorice a la requisa policial en la vía pública. ¿Es o no es? Eso, además del papelazo de ir a un juicio por haber requisado una mochila llena de trapos viejos, o sea el papelazo de haber sido engañados.

  • Ajá.

  • ¿Y entonces?

  • Que de arriba se teme que, lo de las cartas, se convierta en un fenómeno nacional que haga inoperante los puntos de control de las autopistas. ¿Cómo entonces detendremos el tráfico de café de Oriente para La Habana? ¿Cómo detendremos el contrabando de tabaco desde Pinar del Río? ¿El contrabando de queso desde la región central? ¿El contrabando de langosta desde Batabanó? ¿El de yogurt que sale de las afueras de La Habana? El mercado negro, Camilo, terminará absorbiendo lo poquísimo que se produce en este país, si eliminamos ese control policial. Ello sin contar con que la contrarrevolución podría evolucionar a un modus operandi más efectivo que las reunioncitas y las marchitas y la recogedera de firmas, y ganarse la simpatía de la población con acciones directas como éstas; acciones que sí les llegan con objetividad. O sea que el fenómeno podría alcanzar una dimensión nacional del tipo Damas de Blanco; ir más allá del liderazgo unipersonal.

  • ¡! ¿Tú crees que cobre esa importancia? ¿No estarás exagerando?

  • Sin ironías, Camilo. Piensa para que veas. El proyecto Damas de Blanco es el único que prescinde de un líder para funcionar. El resto de los proyectos de la contrarrevolución se centran en la figura de un cabecilla, conectado éste a grupúsculos del exterior, para poder existir como proyecto invulnerable a la asfixia económica. Si el líder del proyecto sale del país, el proyecto inverna hasta que el líder regrese. Si el líder muere, el proyecto se desvanece poco a poco a falta de un centro de gravitación a nivel nacional. Ello sin contar con que cada miembro de cada proyecto debe estar en sintonía ideológica con su respectivo líder. A veces, incluso, debe serle simpático al líder, no mostrar desacuerdos con éste, no cuestionarlo mucho porque, de hacerlo, el líder podría empezar a bajarle el perfil e incluso a ningunearlo, desplazándolo y poniendo en puestos claves a gente de su confianza. Es decir amigos y parientes, para que la subvención que recibe de la mafia quede en familia. Con las Damas… no es tan así. Aunque tengan una portavoz, cualquier mujer que se vista de blanco y vaya a misa con un gladiolo, podría ser identificada como Dama de Blanco aunque jamás se relacione con las líderes de La Habana y Santiago. No importa que no aparezcan en una lista elaborada por las mismas. Ningún cabecilla puede capitalizar para sí a la única organización disidente que, dada la sencillez de su estructura y de su manera de accionar, permite que cada miembro sea su propio líder. Y lo mismo podría ocurrir con las cartas abiertas. Cualquiera que escriba más o menos regular podría redactar cartas, distribuirlas en la comunidad en la que vive y hacerlo por iniciativa propia, sin necesidad del proselitismo de un líder que viajó desde La Habana con la antorcha que porta… “el fuego de la libertad”. Con las cartas abiertas podría darse este margen de acción. Los redactores podrían movilizar a la población por grupos específicos: pasajeros de camiones, jóvenes fiesteros… centrándose en problemas locales objetivos y todo aparentemente con el mismo fin: salvar el prestigio de la revolución. O sea que nos tomarían el pelo con nuestra propia retórica, y de paso integrarían virtualmente una organización contrarrevolucionaria que, a diferencia del resto de las que existen, lograría funcionar sin un centro de gravedad, y sin un cabecilla con el lastre de un ego desmedido.

  • ¡! Estoy empezando a… sentirme… orgulloso de Virgilio. Vaya, que me están entrando ganas de ponerme yo también a escribir cartas… si es que voy a ser tan importante…

  • ¿Ya entiendes por qué, ahora más que nunca, es tan necesario salvar a Virgilio del futuro inmediato que le espera? Se está metiendo en la pata de los caballos, Camilo, y lo van a pisotear. Para plantear problemas están los canales establecidos: las asambleas de rendición de cuentas, los delegados de barrio… Con esto te digo que la revolución no va a permitir una provocación de esta índole. Porque el tipo hasta se pasó de listo con el funcionario provincial que lo citó para interrogarlo.

  • Pero aguanta ahí, que estaba por tocarte el punto ese. ¿No eres tú el que está al frente del caso? ¿Por qué tiene que citarlo un Suzuki que ni sabe quién es Virgilio, ni jamás ha cogido un libro en su mano, ni sabe a donde está parado?

  • Porque trabajamos en equipo; te lo he dicho mil veces. Porque, por desgracia, mi táctica está teniendo el efecto contrario. Porque nadie escarmienta por cabeza ajena, porque a veces necesitan corroborar por sí mismos que el manualito “antimercenario”, como tú le llamas, no funciona con todo el mundo. Miles de razones, Camilo, que ahora no vienen al caso. Te decía que el oficialito, el Suzuki ese como tú le llamas, lo citó para convencerse por sí mismo que lo que yo digo es verdad, y el muy listo de Virgilio le confirmó tener amigos en la disidencia, pero alegó no pertenecer a ninguna organización contrarrevolucionaria, y encima no haber visitado jamás la SINA para no ser “señalado” por nosotros. Alegó estar haciendo a título personal lo que está haciendo, sin tan siquiera el visto bueno del grupúsculo amigo suyo que le brinda espacio en el blog que tiene. Incluso, tuvo la desfachatez de asegurar que lo suyo era una alternativa al modus operandi de éstos grupúsculos. Y que, a diferencia de ellos, él no pretendía derrocar al socialismo, sino perfeccionarlo porque, como dijo éste… ¿cómo se llama el prieto éste que a cada rato iba a Mesa Redonda…? Esteban Morales, ya, la contrarrevolución más peligrosa está en la corrupción de no pocos militantes del Partido.

  • Coño… eso no me lo contó.

  • Ni te lo va a contar, Camilo. Virgilio nos ha salido más listo de lo que pensamos.

  • Bueno eso ya te lo señalé.

  • De acuerdo, no te digo que no. Virgilio es de los que saben que, un secreto compartido entre dos, deja de ser secreto. Y yo… A propósito, algo que quiero comentarte. Me despaché en la reunión que se hizo para definir cómo se va a proceder en lo adelante con el caso. Por eso te digo que yo a veces caigo mal, porque soy realista, objetivo. Lo soy más de lo que los jefes están dispuestos a admitir.

  • ¿Sí?

  • Les hablé de Polonia durante la Guerra Fría; les hice una comparación. ¿Y tú puedes creer que no estaban empapados con el tema? Un paréntesis que te hago: de allí salí sorprendido de la ingenuidad de los muchachitos que están dirigiendo el Aparato, de los Suzukis como tú les dices. Licenciados y todo lo que se quiera, pero nada creativos. Lo único que les importa es la caja de pollo que nos dan una vez al mes, y que a la moto no le falte gasolina. Teniendo computadora como tienen todos, no son capaces de investigar por ellos mismos. No son capaces de indagar en la historia, de estudiar las experiencias de otros países, e incluso no son capaces de leer la prensa independiente o escuchar la Radio Martí para saber con quién están lidiando. Porque solo explorando el terreno del enemigo, solo conociéndolo, es que puedes hallar sus puntos débiles.

  • A lo mejor… quienes los adoctrinan temen que abran los ojos, que no entiendan los vericuetos del doblepensar orwelliano, y se den cuenta que están avanzando en contra de la historia. Temen no que se den cuenta que el barco del castrismo se hunde sin remedio, porque eso ya deben tenerlo claro, sino que tomen conciencia de la urgencia de saltar a tiempo para no ser arrastrado al fondo del mar.

  • A lo mejor. Pero escucha esto. Ellos: universitarios. Yo: un oficial del MININT sin estudios superiores. Pues les referí cómo los disidentes polacos lograron movilizar a las masas no pidiendo cambios de gobierno, elecciones libres o el respeto a los derechos humanos, sino pidiendo cosas tangibles como el aumento del salario, o la baja del precio de los productos de primera necesidad. Eso, aunque tú no lo creas, es mucho más efectivo que cualquier otra cosa. Llega más a la población, sobre todo cuando de forma oportunista se hace en nombre de la defensa del socialismo como hicieron los polacos, porque de lo contrario se podría acusar de agentes del imperio a quien pida cambios en nombre de entidades tan abstractas como los derechos humanos o la democracia –conceptos que, de hecho, se identifican con la retórica imperialista.

  • Entonces… ¿Son tus jefes los de la candanga con las cartas abiertas, o eres tú? Sí porque… es lo que me estás dando a entender. Tal parece que eres tú el que está armando la tormenta en el vaso de agua, a costilla de la ignorancia de los Suzukis.

  • Camilo… bueno sí; soy yo. Te voy a repetir la frase del ministro de cultura de La vida de los otros: “un stasi promedio no hubiese llegado a esa conclusión”.

  • ¡!

  • Nosotros estamos donde estamos porque tenemos olfato, vista larga…

  • ¡!

  • Búrlate si quieres, pero entremos en materia. Cuéntame de la vida conyugal de nuestro poeta. Tengo entendido que el negocio de la mujer quebró por falta de clientas, por la multa que le pegamos, y porque le confiscamos todo lo que no tenía papeles de la tienda.

  • Está que echa humo.

  • ¿Con nosotros, o con el marido? Porque bien que Gustavo le advirtió.

  • Con los dos, Che. María está cansada, quiere tranquilidad para ella y la familia. Lleva más de veinte años siendo el pilar de la casa, siendo la que busca el dinero, la que lo resuelve todo por la calle. Y Virgilio en su mundo ideal, dedicado a su literatura. Dice ella que lo va a dejar y se va para La Habana para la casa de su madre. Dice que está cansada de ser el hombre y la mujer en ese matrimonio. Porque el salario de Virgilio no llega ni al quinto día. Ni en los años noventa, como maestro de escuela, ni del 2000 para acá como asesor literario. Con el cuento de hacer una carrera literaria Virgilio ha estado viviendo a costilla de ella, y no lucha-el-billete.

  • ¿Y no lo presionó para que luche una salida del país ahora que es un “perseguido político”, o para que luche un salario con la SINA? Porque, a ella, nosotros le metimos esa idea en la cabeza.

  • Sí, esa fue la médula de la discusión que tuvieron. Eso Virgilio me lo contó. Dice que ustedes, aprovechando que la mujer tiene poca cultura, terminaron convenciéndola de que todo opositor milita por interés. Por el interés de una visa a los Estados Unidos, o por el interés de un salario. Dice que ustedes le dijeron que la revolución era, hasta cierto punto, magnánima con quienes se le oponían. Pero que al mismo tiempo tenía que defenderse, y que no era fácil luchar contra las decenas de millones que el presupuesto norteamericano destina cada año al fomento de la contrarrevolución. Que Cuba, un país bloqueado, no puede darse el lujo de ser tolerante con una quinta columna que responda a intereses del imperio tao, tao, tao, porque la lucha es desigual. Vaya no lo dijo literalmente así, sino con sus palabras, tú sabes.

  • Y entonces se la va a dejar en la mano.

  • Tal como te dije. Virgilio trató de convencerla de que todo eso era retórica de ustedes, que la gente de la oposición no lucha por dinero, sino por ideales democráticos. Que sí, que es verdad que algunos, muy pocos, reciben ayuda del exterior; pero que se trata de una ayuda legítima. Le puso como ejemplo el modo en que se financia el PCC con todo su aparato ideológico más el aparato represor, o sea ustedes, el Ministerio del Interior.

  • ¡!

  • Le dijo que toda esa maquinaria se financia con petróleo venezolano, como antes de los noventa se financió con petróleo soviético. Dijo que era absolutamente legítimo que la burguesía cubana, esa que fue condenada al exilio a inicios de la revolución, llegara a donde ha llegado hoy y tenga la influencia que tiene hoy en la política norteamericana. Tenga la influencia que tiene al extremo de ser ésta quien decide el rumbo de la política del gobierno de ese país hacia la isla, al extremo de haber hecho del tema cubano una cuestión de política doméstica dentro de los Estados Unidos, con fondos financieros incluidos.

  • ¿Y ella entendió esa retórica?

  • Sí, y no. Creo que dijo que todo muy bonito, pero que dónde estaba la parte de ese financiamiento que a él le tocaba. Porque ya que estaba luchando por la democracia y ya que a su familia le estaban asfixiando todas las entradas, fuera para que recibiera su tajada en la repartición, una ayuda.

  • ¿Y Virgilio qué le dijo?

  • Que él estaba jugando otra carta. Algo así como… una oposición sustentable o sostenible; algo de eso.

  • ¿? ¿No será más o menos lo que hablamos ahorita sobre la efectividad del grupo Damas de Blanco?

  • Sí, más o menos. Una oposición que no dependa del financiamiento norteamericano o europeo, y que a la vez sea efectiva. Por ejemplo, para redactar una carta abierta, el único material que se necesita es papel y a dónde imprimirla. Porque la misma podría redactarla a lápiz, manuscrita, y luego digitalizarla. Si nosotros le confiscamos la impresora, Virgilio podría imprimirla en La Habana, en cualquier casa particular, o incluso en el servicio de internet de la SINA.

  • Pero… a ver si estoy entendiendo. ¿De qué va a vivir el hombre si, literalmente, le hacemos un bloqueo económico? ¿Si lo ponemos en la lista negra y no dejamos que trabaje con el Estado, si no dejamos que él y su familia hagan sus negocios, y si asustamos o amenazamos a todo el que le suministre materia prima para un eventual negocio ilícito? ¿De qué va a vivir?

  • Bueno, en la lista negra está hace rato.

  • Sí, pero aún no es un “objetivo militar”. Aún estamos “combatiéndolo” en el terreno de la diplomacia, evitando el “conflicto armado”. Dime, dime de qué va a vivir si le hacemos un “bloqueo naval”, si le montamos una vigilancia de veinticuatro horas y ahuyentamos, incluso, a los potenciales clientes de un hipotético negocito.

  • De la caridad pública. Si la mujer se va para La Habana para la casa de la madre, si a la madre de él se la lleva una hija para su casa en Pinar del Río, Virgilio, para vivir, solo necesitará de un plato de comida que le podría dar cualquiera, por ejemplo yo.

  • Acabáramos.

  • Como hizo Martí. ¿Martí alguna vez se ocupó de mantener a la mujer y al hijo? No. Martí se guardó para la patria, y la familia se las arregló como pudo. Lo que Martí recaudaba con los tabaqueros en Tampa, lo guardaba para la causa. Eso es lo que piensa hacer Virgilio. Una vez se libre de la responsabilidad de su familia, vivirá como un asceta, como vivió Félix Varela sus últimos años en San Agustín de la Florida, en un cuartucho en el patio de una parroquia, como un mendigo. ¿Entiendes ahora?

  • Ya. Pero no creo que sea tan así, Camilo. Estamos en el siglo XXI. Pero bueno, el que por su gusto muere, que la muerte le sepa a gloria. Hay que actuar, y punto. Advertido está. Si quiere ser un mártir, pues que lo sea. No obstante por nosotros no queda. Esto es una guerra, y eso él debe tenerlo bien claro. Si quiere hacer un sacrificio estéril, no seré yo quien se lo impida. Yo soy un militar que se debe a la ley, y él está empeñado en violar esa ley. Así que… nosotros hicimos lo que pudimos. Tratamos de acomodarlo proponiéndole publicar su obra, e incluso le ofrecimos un viaje a Venezuela, y se negó. Hicimos lo imposible por persuadirlo, y fue inútil. Más no podemos hacer. Hay asuntos mayores, intereses mayores que van más allá del idealismo de un hombrecito que quiere ser mártir.

  • Entonces qué pinto yo en ésta historia. Che, que te quede claro, a ti y a tu gente, que mi colaboración tiene un límite. Como si tengo que pasarme la vida azorando moscas en el mostrador del Solimar. Azoro moscas, pero con la conciencia limpia, que ya veo que esto pasa de castaño oscuro. Ese hombre hasta ayer era un hombre tranquilo, un hombre común, con alguna que otra opinión política, como todo hombre honesto. Y solo por ser honesto se le puso el pie arriba. Se le puso la letra del enemigo y se montó un operativo policial entorno a él, y por nada. Primero se le cambió de puesto de trabajo a uno de dignidad inferior, por decirlo de alguna manera. Luego se le crea una crisis artificial primero con los compañeros de trabajo cuando se le regó bola de chivato, crisis con la gente del barrio cuando se montó un operativo policial en la cuadra, crisis después con la familia, con la bola de lo que tú sabes, y con el sabotaje solapado al negocito de la mujer… Y él aguantó el palo. Y quiero decirte que sí, que la gente en el barrio y sus antiguos compañeros de trabajo lo evitan para que ustedes no los relacionen con él, pero en el fondo simpatizan. Incluso los FH simpatizan con él. Es verdad que lo ven como a un loco, especie de suicida, porque oponerse a los Castros es un suicidio. Pero, de que simpatizan… de eso puedes estar convencido.

  • Somos militares, Camilo. Somos militares. Nuestros generales y comandantes asumen la política no como la natural convivencia entre ciudadanos de un país, sino como una guerra donde quien piensa diferente es un enemigo. Y en una guerra, Camilo, se toman medidas excepcionales: esa es la mentalidad de ellos. En una guerra se suspenden las garantías constitucionales y todo se polariza: si no estás con nosotros, estás contra nosotros. Un intelectual nada tiene que hacer en medio de un campo de batalla. En el fragor de un combate, un intelectual o un artista en el bando enemigo es un soldado más a combatir. Por eso abogamos porque se exilien, para que estén protegidos, dedicados a su obra, al alcance de la nevera y el comedor, como decía Silvio. Tu expediente penal, Camilo, ya está limpio. Ya puedes llamar a tu hermana en Miami para que inicie los trámites para la reclamación tuya y la de tu familia, y puedes abandonar el caso Virgilio si lo deseas. Claro que no dejarás la cafetería de un día para otro. Seguirás azorando moscas un tiempo, hasta que los que te rodean se hagan a la idea de que el tribunal decidió absolverte por buen comportamiento.

  • ¿Y Virgilio? Porque Virgilio, ahora mismo, está solo. ¿Crees que eso es así y ya? ¿Crees que podría irme así, en paz conmigo mismo, sabiendo que yo tuve que ver con su destrucción?

  • Entonces vamos a seguir intentándolo. Que por nosotros no quede. Ha sido Virgilio quien se ha sentenciado con su testarudez, con su vocación para el sacrificio estéril. Y el que por su gusto muere… En fin; que por nosotros no quede. Tú, si quieres, corre el telón y háblale de mí, como un primo que acude a ti con la mejor de las intenciones a pesar de estar cumpliendo con un deber obligatorio como militar. Hazle saber que desde el principio he tratado de ayudarle con las herramientas que he tenido, claro. Pero que sí que he tratado de ayudarle, porque nuestro objetivo no es el de destruir a nadie en particular, sino el de salvar la revolución. Dile éste último cliché aunque se burle en tu cara. Hazle saber que nada va a detener nuestro ejército, y que aún está a tiempo de abandonar el campo de batalla. Ahora, si quiere quedar para bandera del decoro utópico… Si aspira a un premio Sajarov o si aspira a un sitio en el panteón de los mártires de la democracia junto al albañil, bueno… allá él.