La vida de los nosotros

 

Segundo contacto.

Donde Camilo informa en detalles cómo se mete en el bolsillo al poeta disidente.

  • Casi no recordaba las décimas. Sin embargo apenas redacté la primera, las otras salieron de golpe. Fue como revivir esa época, mi etapa de comunista romántico. Entonces creía en la teoría que nos enseñaban en las escuelas: la del ocaso del capitalismo y toda esa bobería… Creía que el mundo iba “a pasos agigantados” hacia la justicia social. Creía en “la moral del hombre nuevo”, en “su papel gestor en la historia”, en “quemar el cielo si es preciso”…

  • ¿Pero… te ganaste, o no te ganaste al hombre?

  • Bueno, vamos a dejar algo en claro. Mi relación con Virgilio siempre fue cordial. Su integridad me consta, y creo que la integridad mía siempre le constó a él. Para ganármelo solo hizo falta que se cruzaran los caminos, porque la empatía es mutua. De haber trabajado juntos, estoy seguro que hubiésemos hecho amistad.

  • Pero no te enamores del tipo que no conviene, Camilo. Cuelga el romanticismo y sé objetivo, al menos, por una vez en tu vida. De lo contrario, tendré que prescindir de ti, y no tendré cómo justificar la limpia de tu expediente. Los escrúpulos de conciencia no encajan con nuestra misión.

  • Ok, está bien. Bueno, le di las décimas. Pero antes de dárselas lo ubiqué en tiempo y espacio, pues fueron concebidas en otra época, a la luz de otra mentalidad, como expresión de un problema concreto que no tuve cómo canalizar. O sea, lo que el mes pasado llamaste “microfracción”. Le señalé que yo me inclinaba por la filosofía poética de Villena de “hace falta una carga para matar bribones”, que es una línea que, me parece, tiene vigencia. Porque sí que hace falta una carga para matar bribones…

  • Perfecto. De acuerdo.

  • ¿Sabes qué me dijo? Que, no obstante no tener vigencia las décimas, sí que podrían tener algún un valor literario. Me dijo ¿quieres algo más arcaico que los temas de Silvio? Sin embargo, reflejan como nada el espíritu de una época, lo que los hace universales y, por ende, con valor literario. Yo… te digo algo. En lo personal me reconfortó su idealismo. De pronto hablar con alguien con “fe en el mejoramiento humano”… reconforta.

  • ¡!

  • Una lástima que su idealismo sea tan… “utópico”, y que tengamos que “trabajarlo” en secreto para que no se lo trague la vorágine.

  • Ah, aclara. Porque ya estaba dudando de tu capacidad como FH. Dime algo ya en serio. ¿Repercutió tu presencia en el taller literario? ¿Tu relación con Virgilio?

  • ¡Muchacho, a eso iba! Tanto así que salimos de allí hacia el parque, nos sentamos con un vaso de ron en la mano, y como de perilla… pasó Gustavo en la Suzuki y me vio conversando con él. Puso una cara…

  • No pero tranquilo que él sabe de ti; yo le informé. Sabía ya que fuiste sancionado, que debes estar resentido y, por matemática, debe imaginar que Virgilio está aprovechando eso para ganarte a su causa. Te comento que Gustavo no es bueno manejando esos temas, así que tú y yo le caímos del cielo porque, de esa forma, nos pasa la papa caliente. Cada vez que le pichea un informante a Virgilio, Virgilio se lo batea, se lo saca del estadio, y entonces queda en evidencia esa limitación. A Gustavo búscalo para controlar el negocio de la bolita y el negocio de las salidas ilegales del país…

  • ¡Primo! Disculpa que te corte. ¿Es verdad lo que dicen de la bolita, que es un negocio controlado por la CI para autofinanciarse? Y hay quien dice que está en manos de algún peje gordo de los “Históricos”.

  • ¿?

  • ¡!

  • Camilo, no creas todas las barbaridades que se cuentan de nosotros, no caigas en esa ignorancia.

  • A mí me lo dijeron de buena tinta y tiene lógica, que la bolita es a pública subasta y nadie se mete con los bancos y los terminales. A no ser, claro, que alguien salga del círculo o empiece a hacer sombra.

  • ¿De qué hablábamos antes que me interrumpieras con ese disparate… Camilo?

  • De Gustavo. Que no tiene capacidad para lidiar con… “soñadores”.

  • Ya. Te decía que en eso sí que es bueno, en lidiar con gente común y corriente. Pero para lidiar con “soñadores” como le llamas tú, es un CI promedio. Y Virgilio será ingenuo en cierto grado, pero tiene ideas. Tantas, que… está a punto de dar el primer paso a la radicalización.

  • ¿Sí? ¿Y entonces yo…?

  • Esa es la nueva que tenía que darte. Acostúmbrate a que, en éste trabajo, hoy planificas una cosa, basado en una circunstancia, y mañana la cosa cambia y hay que dar para atrás, hay que flexibilizar. La bandera “Orlando Zapata” la hicimos nosotros con nuestra inflexibilidad, y valga la redundancia. Igual que el show que montó Fariñas, que dio lugar al show de las Damas de Blanco, que nos puso en ridículo ante el mundo entero… obligándonos a capitular. Yo éstos casos los pongo como ejemplo en los contactos que hacemos, cuando voy a defender mi teoría de la persuasión. Para seguir en el tema: se reunieron conmigo para informarme: “lo sentimos mucho, pero vamos a tener que sacarlo de Cultura.” “Ya en el taller literario hubo una polémica que no cuadró, y no tenemos más remedio que actuar.” ¿Sabes por dónde voy?

  • ¡Claro, es que no me dejaste terminar! ¡Mis décimas!

  • Pues tus décimas desorbitaron a los aldeanitos esos que van al taller, que ven una autoridad literaria en Virgilio, y acabaron sentando las bases para la fundación de una célula contrarrevolucionaria.

  • ¿Tú crees?…

  • Sí. Se me acusó cautamente de haber radicalizado el taller literario con tus décimas.

  • Me sigue pareciendo exagerado, como si estuvieran viendo fantasmas a donde no los hay.

  • Déjame terminar. Te decía que se me acusó de radicalizar el taller. Solo que yo, siempre adelantándome, los invité a que vieran el asunto de otro modo. O sea que, precipitando la radicalización de Virgilio, podíamos cortar el mal antes que arraigue. O sea, que no hay que esperar a que las circunstancias maduren, cuando es más fácil eliminarlas precipitando su nacimiento, para matarlas antes de que se consoliden. No obstante me dijeron que, tal y cómo iban las cosas, tenían que tomar medidas, pues no podían apostarlo todo al éxito de mi estrategia. Y la medida que se tomó fue la de trasladarlo de plaza a una menos clave, argumentando el reajuste de plantilla. Si por ellos fuera lo hubiesen dejado en la calle para tener limpio el sectorial de Cultura, pero yo los convencí de que no convenía. Les convencí de que, si de la noche a la mañana dejan desempleado a un hombre que está acumulando para la jubilación, se lo pondrán en bandeja de plata al enemigo. Para explicar mis métodos les puse el ejemplo de la estrategia usada con Silvio Rodríguez; cómo la revolución logró canalizar en su favor su rebeldía creadora, acomodándolo con privilegios.

  • Lo sacaron de escena cuando la papa estaba caliente en el 69, y lo mandaron a pescar a las Canarias.

  • Ajá. Silvio era un rebelde que no encajaba en el molde, así que, en lugar de chocar de frente con él, se le trabajó de costado, que peor si se pasaba al bando enemigo. Como Virgilio, que al menos, dentro del municipio, no es cualquier cosa. Virgilio tiene un premio literario, cierto prestigio, que la contrarrevolución podría aprovechar si se lo ponemos en bandeja de plata. Ese premio literario de Virgilio que dicho sea de paso todavía no sé cuál es, podría ser un capital inestimable para el enemigo, que si se entera que lo hemos dejado sin trabajo, expuesto a la asfixia económica, correrá en su ayuda y le canalizará una mesada para que pueda ya no solo crear con absoluta libertad, sino realizar proyectos contrarrevolucionarios como, por ejemplo, el que tiene ahora, que, de momento, parece ser el de aglomerar aldeanitos para que hagan un rap de altura, un rap comprometido, que vaya más allá del estilo rebelde sin causa.

  • ¿Qué plaza le ofrecieron?

  • La de almacenero de la librería municipal. Le convencieron de las ventajas, para que no se sintiera ofendido. Que ocupando esa plaza tendría más tiempo para escribir, que su salario histórico sería respetado, tao, tao, tao.

  • ¿Y aceptó?

  • De momento sí. Pero hay razones para sospechar de que lo más probable es que se radicalice, que, si no lo ha hecho ya, es porque no ha diseñado la estrategia de cómo hacerlo. Se sintió menospreciado y no es para menos, Camilo. Si por mí fuera, yo lo hubiera dejado en la plaza de asesor un tiempo más. Lo hubiese ido decepcionando poco a poco –esto con tu ayuda- enfatizando en la parte negativa de la “lucha pacífica” esa que le llaman. Que no todos los contrarrevolucionarios son heroicos, Camilo. El oportunismo, sobre todo la egolatría, abunda entre esa gente. Yo dudo que a Virgilio se le permita hacer sombra a opositores menos capaces, pero mejor posicionados frente a las ONG que financian la contrarrevolución, así que por ahí atacaríamos el objetivo. Pero, como yo no soy el que decido… Porque aunque tenemos un amplio margen de libertad de acción, acabo de demostrarte que trabajamos en equipo, y que hay que rendir cuentas a los jefes. Entonces propuse regarle bola de chivato, y me lo aceptaron.

  • ¿Cómo es eso?

  • Regarle bola de chivato es, según el “manualito”, el primer peldaño de la escalera.

  • ¿El “manualito”…?

  • El “manualito antimercenario” le digo yo, un poco en despectivo por su simplismo, ¿me hago entender?

  • Más o menos.

  • Regarle bola de chivato ayuda a desestabilizarlo emocionalmente, a que pierda concentración en sus proyectos, a que disminuya la energía que debe tener para hacernos frente, y muy importante: lo aísla socialmente. Es como un primer paso de rutina, que se aplicó mucho en la Europa del Este.

  • O sea que ya vamos a empezar a golpear bajo.

  • No saques conclusiones precipitadas. Concéntrate no en los medios, sino en el fin, que es el de impedir el hundimiento de nuestro poeta, y el de limpiar tu expediente para que puedas abandonar el país. Regarle bola de chivato ayudará a abrirle los ojos. Y cuando digo chivato, no me refiero al tipo de trabajo que haces tú, sino al estereotipo de chivato que habita en la mente del cubano medio, el tipo de chivato que trabaja para Gustavo, el chivato sin ideales, de baja calaña. ¿Entiendes ahora? Y ya no me interrumpas más. ¿Por dónde iba?...

  • Por lo de aislar a Virgilio socialmente.

  • Ah, ya. Asumir las consecuencias de un comentario mal intencionado, será su bautizo de fuego. Determinará si tiene agallas o no para cruzar esta primera barrera, que es la más fácil. Sus compañeros de Cultura, todos, acobardados, le darán la espalda. Una parte creerá que, en verdad, Virgilio es un chivato. Una especie de Raúl Capote que se infiltra en la contrarrevolución. Los otros meterán las manos en la candela por él, no obstante evitarlo siempre que puedan. Lo evitarán con tal de no ser “marcados” por nosotros, pues a nadie le gusta ser objeto de sospechas. Virgilio conocerá lo que es el ninguneo, pues dejará de ser invitado a jurados de concursos y a actividades culturales en otros municipios. Dejará de ser invitado a tertulias, a descargas artísticas, dejará de recibir en su casa visitas de intelectuales y de funcionarios de la cultura, probará el sabor del frío apretón de manos, y ahí es donde entrarás en el juego tú.

  • ¿?

  • Sí. Tú serás el tipo que no creerá esas calumnias. El que pasará por encima de las habladurías, el único que demostrará integridad. Vas a ser muy prudente, claro. Vas a marcar la diferencia con los “amigos” que le enviará Gustavo, que en lo adelante son los que rodearán a Virgilio. Aquellos que ocuparán el lugar que dejarán vacante sus antiguos compañeros de Cultura. Pero ellos van a actuar con muy poco tacto, porque no tienen la cultura que tienes tú. Virgilio no tardará en descifrar las claves de esos FH que nada tendrán que ver contigo, lo que ayudará a que descubra tu justo valor.

  • ¿Y lo otro, qué hay de la célula contrarrevolucionaria esa que piensa fundar?

  • ¿La de dar taller al rap de los aldeanitos? No es la gran cosa, pero, en base a desintegrarla estamos trabajando ya. Dos de los aldeanitos fueron alertados, por el tío de uno de ellos, a que se arriesgaban a perder la universidad si no se apartaban de Virgilio. Lo mejor es que no hubo necesidad de citarlos oficialmente. El hombre, el tío, los llamó en calidad de tío que, de casualidad, escucha un comentario de pasillo en la policía y se siente preocupado. Así que los muchachos –creo yo- se van a apartar de Virgilio alegando falta de tiempo a causa de los estudios. Ya solo quedaría un tercero, porque el cuarto es el que trabaja para nosotros. Ese tercero es el más loco, el que se la pasa hablando de poner carteles antigubernamentales. ¿Tú te imaginas un Sexto en nuestro pueblito?

  • ¿Un Sexto?

  • Así es. Un flaco malcriado que, hasta el otro día, tuvo a la Seguridad corriendo tras él toda La Habana con latas de pintura rosada, para tapar los grafitis que pintaba. Pero bueno, éste aldeanito no tiene aptitudes ni para el grafiti ni para ninguna expresión artística o intelectual. Es, a lo sumo, un carismático con un barniz de instrucción que tiene la capacidad de pasearse, de ser escuchado, tanto, por gente estudiada, como por gente de poco nivel. Tenemos informes de su indiscutible capacidad, para llevar al plano de la inconformidad política, una disputa de inconformidad de índole económica surgida entre gente de poco nivel que, por sí misma, no derivaría en ese tipo de análisis. Vaya te pongo un ejemplo; que la gente de la fábrica se disguste porque no le paguen la divisa: pues él consigue llevar ésta inconformidad al plano político. Ya la estrategia a seguir con este individuo la echamos a andar. Ese muchacho lo que necesita es un trabajo que ocupe toda su energía, y qué mejor que montarlo en un barco.

  • ¿Pero, y si le da por abrirle los ojos a los pescadores, que son un barril de pólvora?

  • Ya pensamos en eso. Si le damos un margen para que “haga su negocio por la izquierda”, entonces entre el precio del pescado y de la langosta, entre la inversión y la ganancia, y entre el cuídate de fulano y de mengano, tendrá la mente lo bastante ocupada como para no cuestionar asuntos políticos. Ya uno de los nuestros, primo suyo, le fue con la propuesta y no lo pensó dos veces. Cuando esté montado en el barco, no cambiará la posibilidad de vivir con cierto desahogo, la posibilidad de tomar una cerveza decente los domingos, por el derecho a expresarse irresponsablemente, pero sin un kilo en el bolsillo. Vaticinamos que su “militancia” en la célula con Virgilio, su simpatía por éste, no irá más allá del suministro de un paquetico de pescado al mes. En fin, que en las semanas entrantes Virgilio tendrá solo un amigo: tú.

  • Pero Che, no sé en qué basar esa amistad. Los recuerdos de la escuela, los amigos que se fueron… eso no da tema para más allá de un par de horas de conversación. Para que la amistad se consolide hace falta actualidad. Por ejemplo, dos personas que trabajen juntas. Dos personas que trabajen juntas tienen de qué hablar todos los días: criticar al jefe, hacer proyectos en común. Así es como surgen las amistades, y yo no me imagino a Virgilio ayudándome a freír las croquetas de los panes, ni yo, sancionado por Comercio, podría cambiarme para trabajar en Cultura. Se darían cuenta de que me puso la Seguridad para vigilarlo.

  • Buena observación, Camilo. Si tan solo la mitad de los agentes del departamento político fuesen capaces de deducciones como esa, la contrarrevolución todavía estuviese buscando el primer mártir. Le pusimos al albañil en bandeja de plata, Camilo. Pero bueno, ¿en qué vas a cimentar la amistad, el roce diario? Pues en esto.

  • ¿Un radio… de la era soviética?

  • Un VEF con onda corta. ¿Desde cuándo no ves uno? Muy poca gente lo tiene. Hace más de veinte años que no importamos radios con onda corta, y la mayoría de los radios soviéticos de los ochenta tienen calcinados los circuitos. Pude haberte dado un TECSUN japonés de los que la embajada americana reparte a la contrarrevolución, pero levantaría sospechas.

  • ¿Y qué tiene que ver eso conmigo y con Virgilio?

  • Que a partir de ahora empezarás a escuchar la Radio Martí. Será un castigo por la interferencia, pero tendrás que hacerlo, para fomentar la complicidad que debe haber entre tú y Virgilio. Virgilio se relaciona con contrarrevolucionarios que hablan por esa emisora. Mercenarios que dan entrevistas, informaciones. Ya te diré quiénes. Podrías acercártele y comentar algo que escuchaste de boca de uno de esos individuos –aparentando no saber tú que el sujeto es conocido de él- y ahí se te despachará. Tómate tu tiempo, empápate acerca del ambiente. El radio viene con sus pilas, para que aproveches el momento del apagón. Es cuando no hay interferencia, y todo se oye clarito. Igual que cuando va a llover, que desconectamos la antena por los truenos. Y cuando la interferencia sea mucha y vayan a decir algo importante, te metes en el baño con el radio, que los azulejos –no sé por qué- ayudan mucho.