Albañil de provincia

Constructores cubanos de provincia en Madrid

Un puñado de hombres juega dominó y se emborracha en el parque de un pueblito oriental: son inconformes que se niegan a trabajar en la agricultura por medio peso el jornal. Entonces llega el jefe de sector de la policía del calcinado pueblucho y les amenaza que elijan, entre ser detenidos acusados de peligrosidad predelictiva, o ir para La Habana a trabajar en la construcción. Ellos se miran. ¡Por supuesto que ir para La Habana! -responden. Pues para luego es tarde; ahí está el transporte esperándolos. Una vez en el camión se reparten las evaluaciones: tú serás el albañil A, tú el B, tú el C. Y tú el carpintero A, tú el B y tú el carpintero C.
Fue una broma recurrente en el municipio de la antigua Habana-campo que los recibió. Una forma de entender la chapucería con que trabajaba la mayoría de aquellos constructores a la cañona traídos en rebaños desde Oriente. Se la repetían unos a otros cuando el piso de mosaicos quedaba con patas de gallina, cuando el encofre se abría en medio de la fundición, cuando a la pared de bloques había que untarle una pulgada de resano para enderezarla, cuando los peldaños de la escalera quedaban unos más grandes que otros…
En el sistema burocrático de la construcción hay, por allá por 2002, una categoría de “vanguardia” llamada “de contingente”. El obrero “de contingente”, nominalmente, gana el doble de lo que gana el constructor empleado de cualquier otra empresa. Es decir que mientras el que no es de “contingente” gana el equivalente a tres dólares la quincena, el que lo es gana el equivalente de seis, más el derecho a un aseo consistente en un jabón de baño, uno de lavar, y un par de cuchillas de afeitar.
Esas prebendas tienen su precio, pues mientras el constructor común trabaja ocho horas, el de contingente trabajaba diez de lunes a sábado, a lo que se le agrega medio jornal los domingos uno sí y otro no, por lo general “voluntario”. A ello súmasele el tiempo del traslado de los albergues a las obras, pues la  mayoría de las veces el albergue queda a una hora o más de camino. Las vacaciones son quince días el fin de año y quince días en verano transporte incluido. Las condiciones de albergue y de alimentación, pésimas. A los afortunados de trabajar en corporaciones extranjeras se les paga “vinculación”. Dichas corporaciones pagan al gobierno 500 euros por obrero y entonces, si no hubo pérdidas y el obrero cumplió bovinamente una serie de requisitos, el gobierno puede que le pague al trabajador un “estímulo” por “vinculación” consistente en 20 euros, por encima de los quince o dieciséis que gana al mes como salario.
Esto es sin dudas un lugar común y los escritores, por supuesto, tenéis que evitar el lugar común. Pero resulta que sin éste dato-lugar-común, no puedes aventurarte a hablar de un albañil de provincia en específico. Un anónimo albañil de provincia que salta directo y sin escala desde una tétrica, oscura y olvidada mazmorra del infierno carcelario del césar, al más alto sitio en el altar del heroísmo patrio.
Su condición de hombre de la raza negra, ha primado a la hora de valorar su proceder heroico. Pero éste testimonio novelado que escribes se titula “escritor de provincia”, así que valorarás el martirologio de éste albañil no desde la perspectiva de la raza, sino desde la perspectiva del provincianismo.
El embrutecimiento que sufren éstos obreros con las deshumanizadoras condiciones en que trabajan, el régimen lo aprovecha como pantalla justificada del “fanatismo revolucionario”. Cuando el pueblo se lanza a las calles de La Habana en 1994, las tropas paramilitares de élite se disfrazan de constructores de provincia para reprimir violentamente la manifestación. Lo que intentas decir es que, los obreros de contingente, son la fachada de las Brigadas de Respuesta Rápida (BRR). Entrar a una brigada de la construcción con categoría de “contingente”, es entrar, de manera implícita y automática, a las BRR.
Y justo de estas filas adoctrinadas a base de un patriotismo primitivo, justo de este brazo del “pueblo revolucionario” armado con piedras, palos y cabillas, sale el primer mártir de la nueva generación de luchadores demócratas. De las oscuras mazmorras del castrismo, la más insignificante víctima de la Primavera Negra, la menos mediática, sacude el barco de la historia varado por el césar, y el barco echa a andar…
El 2010 empieza para ti, escritor de provincia, sin novedad en el frente. Lugares comunes, y más lugares comunes. Nada que escribir, reportar o comentar en tu semanario-a-punto-de-morir-de-inanición por ausencia absoluta de colaboradores. La ciudad lleva la delantera. Raperos de ciudad, blogueros de ciudad, grafiteros de ciudad, roqueros de ciudad, todos debidamente respaldados por la revolución informática. En la ciudad-capital el gobierno se mide más. En la ciudad-capital está la prensa extranjera acreditada, están los cibercafés de los grandes hoteles, están las embajadas, los diplomáticos, la sección de intereses en fin está, la cobertura mediática, al ciento por ciento.
Mientras que en provincia solo está la voz del cubano libre. La interferida, vilipendiada, la escamoteada voz del cubano libre. Y por la voz… te enteras de la huelga de hambre que está haciendo un intrascendente albañil de provincia. Y mira que se han efectuado huelgas de hambre en los últimos años. Y ayunos. Todos actos simbólicos, tímidas demostraciones de desobediencia civil que, de tanto repetirse, se han vuelto lugar común. Solo que, esta vez, es diferente.
El acto heroico de este albañil de provincia contiene elementos que lo trascenderán. No es el paso circunstancial de un idealista de ciudad consciente del límite, que inicia la huelga a cuenta del respaldo mediático que impedirá llevar dicha huelga a sus últimas consecuencias. No tiene el carisma de un rapero, ni la inteligencia de un escritor, ni la destreza de un deportista, ni la gracia de un grafitero, ni título universitario, ni vocación de liderazgo, ni amigos en el extranjero que lo conozcan y apoyen en primera persona. Casi así como tú si cayeras en la redada de una segunda Primavera Negra. Es la víctima menos mediática de la ola represiva de 2003. Solo tiene, para entregar a la causa de la libertad, las virtudes cardinales que le han sido otorgadas por Gracia. Por una Gracia que todos, que él mismo, hasta el instante de morir desconoce. Detrás de la simplicidad de éste albañil, detrás de su imagen poco atractiva, habita un alma cuyo suelo ha sido bendecido con el sustrato fértil de las virtudes que lo han ayudado a vencer el temor y a huir de la temeridad. Lo han preparado para mantener la firmeza en las dificultades y la constancia en la búsqueda del bien, al extremo de aceptar el eventual sacrificio de su propia vida por una causa justa.
Ah, y tiene una madre. Una madre que complementa la anónima sencillez del hijo, con una explosiva fuerza mediática que brota del amor. Una madre con parangón en la historia de Cuba. Una madre como la misma que el adoctrinamiento del césar te vendió como insignia maternal en las clases de historia: una auténtica Mariana Grajales.
Escuchas el grito desgarrador de Reina Loyna en las ondas de la voz del cubano libre, y comprendes con todo tu ser que estás frente a un evento que hará historia. El acento oriental, la mala pronunciación, la rabia ante la impotencia… El teléfono de esta mujer, con el corazón en carne viva, es un altoparlante con el que grita al mundo su dolor. Es el grito del hijo olvidado en las mazmorras estalinistas de los Castros, unido al suyo como madre, y unido al clamor de libertad de todos los cubanos.
Fuiste –y eres aún- albañil de provincia, y sabes lo que significa ser albañil de provincia. Por eso te identificas de inmediato. De pronto Zapata eres tú mismo. Tú, sin el carisma de un rapero, ni la destreza de un deportista, ni título universitario, ni conexión con embajada alguna, ni amigos en el extranjero. Solo tendrías para entregar a la causa de la libertad tu propia vida, pues nada garantiza que algún día tu obra salga del fango y echen a andar.
¡No acepto la condolencia de lo hermano Catro!, grita una y otra vez, por las ondas de la voz…, esta Mariana del siglo XXI ante la muerte de su adorado mambí. Esta mujer, que lleva siete años martirizada por este par de íconos de la tercermundista hipocresía revolucionaria, arde como arderá el mundo árabe, diez meses después, con la inmolación de Mohamed Bouazizi.