Diario íntimo: único modo de discusión posible bajo un Estado totalitario
Ernst Jünger

 

El taller literario

Conocías de vista al asesor. Chancleteaba las polvorientas calles del pueblo bajo una sombrilla, a la caza de talentos. La muchachita enamorada que escribe versos de amor, el viejito que ejercita la memoria redactando pequeñas crónicas, o el guajiro repentista que tarda horas en armar un pie forzado. A la muchachita enamorada le dice que tiene madera de poetisa, pero que debe lijar esa madera. Lo mismo le dice al viejito cronista, y lo mismo al guajiro cerril. Que el taller municipal se encargará de pulirlos, de sacarlos del anonimato, de oficializarles el rango de intelectuales-creadores del municipio, y que la cita es el domingo a las nueve de la mañana.
Si tuvieras que explicar a un extranjero qué cosa es un asesor literario, le dirías que es quien se encarga de socializar inquietudes literarias a nivel de municipio; la acepción más políticamente correcta que puedes dar. No obstante y según Ambrosio Fornet, el origen de los mismos está vinculado a la política de “parametración” que se llevó a cabo entre 1971 y 1972, en sectores de “alto riesgo para la formación ideológica de los jóvenes” tales como el magisterio, el teatro, o el discurso literario que más se adecuara a los intereses de la revolución. El Consejo Nacional de Cultura, CNC, tenía muy claro que había que arrinconar a los “viejos” porque estaban “contaminados” con la moral burguesa, para entregarles el poder cultural a los jóvenes con el fin de que lo ejercieran por conducto de cuadros experimentados y políticamente confiables. Muy rápidamente se estableció, a lo largo del país, una red de “talleres literarios” encargados de formar a los nuevos escritores, y se le dio un frenético impulso al Movimiento de Aficionados. Entonces el CNC, según el crítico, desliza al oído de los jóvenes la maligna sospecha de que, el realismo socialista, es la estética de la revolución. Una estética de la que no osa decir su nombre, porque nunca es adoptada oficialmente en ninguna instancia del gobierno.
Pero resulta que 2002 no es 1972. En 2002, el realismo que está de moda es el realismo sucio. El de Pedro Juan, el de la Zoé. Para 2002, la maligna sospecha que se desliza al oído de los jóvenes y no tan jóvenes, es el apoliticismo. Antes se instaba a los escritores a comprometerse con el castrismo, so pena de ser acusado de “torremarfilismo” (un aporte criollo a la jerga estalinista). Ahora se insta a no tocar el tema. Escribe realismo sucio –murmura la voz de la “prudencia revolucionaria”. Escribe ciencia ficción, poemas de amor, compone décimas a las vacas y a los palmares, novelas que nadie entienda… y serás publicable.
Parece un buen negocio cobrar un salario medio por trabajar apenas un domingo al mes. Hay municipios en los que, el asesor, ni tan siquiera eso. Reporta en el sectorial de cultura que se reunió con los talleristas, cobra su jornal, y todo queda en casa. De vez en cuando redacta una presentación para algún provinciano librito de poemas o décimas. De vez en cuando visita alguna escuelita y funda un tallercito infantil. De vez en cuando es invitado a otro municipio, a jurado de algún concurso, por lo que recibe el equivalente a unos diez o quince dólares por la ley 35, más una ración de congrí con el trocito de carne de puerco y “ensalada de estación” en el “mejor” restaurant del pueblo… Pero ocurre que, el tiempo pasa, y se encartona.
Porque un asesor literario de un municipio de provincia las tiene difíciles como creador. Mantener su botella como funcionario del sectorial de cultura le coarta la libertad creativa, es decir, que debe autocensurarse porque se le paga, justamente, para que no exprese lo que piensa. Por otro lado debe eludir a los inconformes, matar la natural rebeldía del verdadero escritor. “Ese cuentecito está bien técnicamente, pero el tema… me temo… que está muy fuerte. ¿Entiende? Muy crítico con la revolución. ¿Por qué no llevas al encuentro provincial de talleres éste otro menos politizado?”, sugiere con amabilidad. Luego en el encuentro provincial dan los premios y allá va la sugerencia del jurado en el acta: todo muy bien, pero deben ser más osados… O sea que, palo porque bogas, palo porque no bogas.
Otra actitud a la que está obligado para sobrevivir como funcionario del sectorial de cultura, es sospechar de todo el que tenga opinión crítica contra el sistema, para no perder así el estatus de confiable. Que la plaza de asesor literario municipal debe pasar por el filtro político de lo “confiable” o lo “no confiable”. Así que de tanto sospechar de quienes tienen dicha opinión, no sean los mismos agentes infiltrados tirando cascaritas, acaba perdiendo la orientación, cerrando filas con la simuladora y ambigua intelectualidad orgánica. “No me interesa la política”, es la frase más socorrida para quedar bien con Dios y con el diablo. Y como paradoja, al mismo tiempo que defiende su postura apolítica, a cada rato firma cartas de adhesión al régimen de claro contenido político. Por ejemplo, cartas que acusen de mercenarias a las Damas de Blanco.
Imaginarás que, como en todas las reuniones a partir de tres personas, en cada reunión del taller municipal haya un G-2. Exacto. Pero no un ogro, no, de eso nada. En los pueblos de provincia, uno convive perfectamente con esos individuos. Uno lo conoce de la escuela, de cuando jugaban pelota en la cuadra, de cuando trabajaron en la carpintería. A veces la que vigila es una maestra jubilada militante del Partido con la que siempre te llevaste bien, a la que se le ha encomendado hacer acto de presencia en el taller y atajar, con amable retórica, cualquier manifestación inconforme. Y si no, es el tipo que te vende el cemento en el mercado negro, tu socio, el que te resuelve, que llega un buen día y te dice que empezó a componer décimas y ya, qué vas a hacer. Uno se llama a capítulo y se dice bueno, ¿para qué leer tal y tal cosa aquí, en el taller? No es cobardía, no. Es el principio bíblico de no echar perlas a los puercos. Si el asesor pone cara de súplica, cara de  no vamos a resolver nada con eso, ¿para qué entonces sacudir una mata de la que no caerán ni las hojas muertas?
Más arriba digo que el asesor corre serio peligro de que se le calcinen las ambiciones literarias caso de que las tenga, si no es un burócrata licenciado en filología que equivocó la carrera. A no ser que sea un señor escritor; uno capaz de desdoblarse como el mejor actor. Que por lo regular, el asesor medio también i have a dream como escritor. Para empezar con algo, decide escribir algo publicable en la editorial provincial para lo que inicia una férrea autocensura. Pero cuando viene a darse cuenta, el ejercicio diario de la simulación ha contaminado todas sus reservas de energía creadora. La publicación de marras le funciona como un aval que justifica su botella como funcionario de cultura, su cualidad de funcionario prudente y confiable, pero deja mucho que desear de su cualidad como escritor.
Y, cambiando el tema, la noticia te deja perplejo. Las redes sociales son un volcán dormido en medio de la noche, con fumarolas aquí, fumarolas allá. Son un volcán dormido que dentro de un par de años estallará en el Magreb. Un volcán dormido que producirá una aurora que traerá un deshielo, al que llamarán primavera árabe. Pero falta un par de años para el evento, para que, el alba volcánica, entibie las ramas heladas, y empiecen a brotar retoños de libertad en el desierto.
La noticia viene por ahí, como un preludio a lo que vendrá. Un par de años antes de la primavera árabe, ha brotado un retoño al calor de una de las fumarolas de las redes sociales en este desconectado corazón del Caribe. Le llamarás El dissenter pop.
Sigues la nueva con curiosidad. Millón y medio de visitas al sitio web. Millón y medio de lectores en solo un mes. Estás pasmado con la cifra. El mundo de las letras está pasmado. Está pasmado el G2. Pasmada la prensa oficial, la independiente, la oposición oficial, la independiente, el exilio, los escritores del exilio, los escritores oficiales, los independientes, los de la ciudad… ¡hasta los calcinados escritores de provincia!: todos, todos, absolutamente todos, están pasmados.
Estudias el caso. Desde el Proyecto Varela que desemboca en la Primavera Negra, no ha habido tanta expectativa en entorno de los demócratas cubanos. ¿Qué podrá mover a millón y medio de lectores extranjeros, por mes, a leer crónicas de una o dos cuartillas que fusionan, magistralmente, la agria realidad con la ocurrencia, frescura y creatividad propia de una adolescente deslumbrada?
Sintonizas la voz del cubano libre. Mueves el aparato receptor de aquí para allá procurando burlar la interferencia, a la caza de la entrevista a la estrella del momento, a la caza de la lectura del post que vas a estudiar, a escudriñar de punta a cabo, decidido a pasar a la acción.
Y la maquinaria arranca. La Habana se llena de periodistas invitados por el gobierno para la toma de posesión del segundo Castro, y los periodistas aprovechan para entrevistar a, la aún no muy conocida, estrella virtual.
El dissenter pop comienza a brillar fuera del mundo digital. The New York Times, Die Zeit, Newsweek, The Washington Post, Al Jazeera y Reporteros sin Fronteras, además de las televisiones alemanas y españolas de visita en Cuba, que se hacen eco del fenómeno. El anquilosado G2 apela a un recurso del estalinismo de los setenta: hacerlo invisible, esta vez poniendo un filtro que retrase la descarga del sitio. Pero… el tiro le sale el tiro por la culata. La estrella virtual hace la denuncia, y El País de España reacciona premiándole con el Ortega y Gasset de periodismo digital.
Y entonces el fenómeno estalla en el firmamento como un fuego artificial, en la noche oscura y desconectada del corazón del Caribe, deslumbrando a todo escritor que mira al cielo en busca de astros por los que orientarse. Un fuego artificial que de paso desorienta a los que de alguna forma ya estaban encaminados, que tenían un espacio, tanto a favor de la democracia, como en contra. Los ciega los pasma, cambia la posición de las constelaciones lo que obliga a replantearse el camino, y ahí están mirando al cielo el G2, la prensa oficial, la independiente, la oposición oficial, la independiente, el exilio, los escritores del exilio, los escritores oficiales, los independientes, los de la ciudad, y hasta los calcinados escritores de provincia. Todos, absolutamente todos, sienten la sacudida del terreno a raíz de la novedad. Sienten la advertencia del volcán global que ha empezado a echar fumarolas aquí, fumarolas allá, enviándote un mensaje claro: tenéis una oportunidad, escritor de provincia.