Crisis de paradigmas

El primer deber técnico del escritor: evitar el lugar común. Evitar la tiranía del lugar común. La gota de petróleo que contamina el envase de agua potable. Luchar a brazo partido por contener la expansión del desierto que acosa los linderos de la tierrita que, a golpe de fe, cultivas en el poco suelo fértil que hay en provincia para la labor intelectual.
Los eventos de la primavera de 2010 superan, en amplísimo margen, las esencias que la narración es capaz de atrapar. ¿A quién podría importarle ahora mismo, en el presente capítulo, tu calcinada condición, tu mediocre perspectiva provinciana, cuando un albañil, justo de provincia, acaba de hacer tan alto gesto? ¿Cuando dicho albañil ha demostrado, luego de un titánico martirio, ser más idealista que todos los idealistas oficialmente comprometidos con la democracia? ¿Cuando un médico de provincia, veterano de la guerra de Angola, está a punto de dar su vida en otra huelga? ¿Cuando un grupo de valientes mujeres están siendo golpeadas y humilladas en las calles de La Habana por lograr la liberación de sus hombres, tan idealistas o más que tú?
Quítate el sombrero en señal de respeto. Para de escribir, calla, y observa. Lo mejor que puedes hacer es descifrar la importancia del momento histórico con la mente fría y el corazón ardiendo, para dar fe de éstos eventos en el futuro. La circunstancia de no ser de los que reportan desde las primeras filas, de no tener cartas para que tu voz se escuche en medio de los estruendos del volcán informático, compénsala con la perspectiva que te brinda el anonimato provinciano, en el fondo de las gradas de éste mediático coliseo romano en que se ha convertido tu patria, con decrépitos césares arengando turbas de ignorantes para mantener subiendo y bajando, a conveniencia, el pulgar asesino.
Repites tu máxima: evitar el lugar común. Por esa razón, en el boletín que para entonces agoniza pero que sigue vivo, no publicas sobre el martirio de Zapata. La acción de éste albañil de provincia pesa demasiado, y lo que sale del teclado no llega a reflejar lo que quieres decir. Lo que sale del teclado al monitor, es puro-lugar-común. Por eso escribes de otros temas. Por eso das tiempo al tiempo, por eso floreas hasta que un evento, relacionado con la crisis política que ha provocado el mártir negro y oriental, le da un giro a la misma.
En tu formación intelectual hay dos revistas decisivas. La primera, la de tu temprana adolescencia, es la Spútnik. Spútnik te revela la pasión por la historia universal, primero, por la política después, y por último te inicia en la literatura con sus novelas y relatos condensados. A Spútnik le debes el descubrimiento de tu vocación por narrar tu aldea, como decía un provinciano cineasta soviético.
La segunda revista llega en tu temprana juventud, pocos años después que el régimen prohíbe las Spútnik: Se llama Palabra Nueva. Palabra Nueva se convertirá en la única ventana al mundo, a otra realidad, a otra alternativa, durante la década que sigue a la defunción del Spútnik. Su grandeza consistirá en su aparente sencillez. Consistirá en lograr lo que no logrará ninguna otra publicación en ésta decisiva etapa: Llegar a tu perdido rincón.
A ese mérito de Llegar… le das el valor debido. No menos mérito tendrá la revelación de un entorno intelectual distinto al que estás acostumbrado a ver en las gacetas y los caimanes. No menos mérito la revelación de una simbiosis entre la valentía y la prudencia como normas a la hora de escribir, así como la revelación de una nueva filosofía de vida: la cristiana. Sin embargo insistes en que el gran mérito de Palabra Nueva, en éste caso, será el de Llegar, a tiempo y con regularidad, a provincia. Cosa que no hace ninguna otra publicación ni oficialista, ni opositora.
En medio de una entrevista al cardenal en la primavera de 2010 –nuestra “adelantada primavera árabe”- dos palabras, no tan mal colocadas como sí mal interpretadas, abren una grieta en medio de la crisis creando más confusión aún: violencia-mediática. En una entrevista de miles de palabras, el cardenal tilda de violento el modo en que la prensa libre se ha hecho eco de la crisis que provoca el martirio del albañil de provincia.
La reacción no se hace esperar. Los demócratas cubanos defienden a camisa quitada la cualidad que los define: pacíficos. La prensa independiente de la isla, así como la del exilio y la prensa extranjera, arremeten contra el adjetivo fuera de lugar, simplemente porque no hay tal violencia. Se trata de la naturaleza del periodismo. Mientras una noticia sea noticia, se continúa reportando y éste es el caso. Que un albañil de provincia de la raza negra entregue su vida a la causa de la libertad, rompe un discurso de medio siglo que lo tilda de mercenario. Estremece los cimientos de una retórica, la agrieta, pone en fuga al ejército de cagatintas lacayos que la esgrimían, los atrinchera, porque un mercenario no se inmola por una idea justa. ¿Cómo entonces no aprovechar para pasar a la ofensiva? ¿No responde esto a la lógica, a la ley de la naturaleza social? ¿No es acaso un derecho del avasallado pasar a la ofensiva cuando al tirano se le abre un flanco?
Esas dos palabritas que por un lado tú, en el caso de haber sido el entrevistador o el editor, hubieses eliminado para evitar tragos amargos al entrevistado, cambian el rumbo de los acontecimientos. Los demócratas reaccionan en bloque casi unánime contra la declaración de la jerarquía católica, mientras la calculadora tiranía empieza a tomar notas de este aparente cisma.
Al tirano debe parecerle hermoso ver a los aviones mediáticos de los demócratas, tras semanas de bombardeo ininterrumpido, desviarse del área de su búnker para sobrevolar el episcopado y hacer blanco allí durante unos días. Estratégicamente interesante teniendo en cuenta que, en la entrevista, el cardenal se ofrece como mediador del conflicto. Podría empezar a considerarse una salida.
Para ti, escritor de provincia, acaba de surgir una disyuntiva. Hasta ese momento no ha habido conflicto entre la universalidad de tus paradigmas políticos, y la de tus paradigmas religiosos. Hasta el momento ha habido plena armonía, el uno no contradice al otro, por el contrario, ambos se complementan. De hecho, han sido tus paradigmas religiosos los que con más vera han orientado el sendero de los paradigmas políticos que defiendes hoy. Y de pronto… esto.
No lo piensas dos veces para sumarte a la polémica. Dado tu anonimato, te limitas a monologar de forma abstracta con el director de la revista primero señalándole su “error de edición”, y segundo explicándole la naturaleza de los actores políticos y sociales que han sido “agraviados”, dando por hecho su desconocimiento acerca de los mismos.
Sin embargo las aguas tomarán su nivel, y una serie de malos entendidos y fuertes declaraciones del agitado bando demócrata, te darán a entender que la cosa es al revés. Te darán a entender que la “incomprensión” coyuntural entre estas dos vertientes que no tienen por qué contradecirse no proviene del lado religioso, sino del fragor del combate desde el lado político, desde la inexperiencia de un frente de lucha relativamente joven, al cuestionar la experiencia de otro que lleva más de cinco siglos en la escena.
Como bien has afirmado en tu pretensioso “monólogo…”, en el fragor del combate la mente de los actores no está lo suficientemente fría como para descifrar jeroglíficos semánticos. Solo que las cosas pasan a castaño oscuro en nombre de una, en lo adelante, por ti cuestionada “libertad de expresión”