11-3-2008

LAS TROMPETAS DEL IMPERIO DEL POPULISMO

Hugo Chávez no quiere ser expresidente: ahí está el problema. No lo dijo "el imperio norteamericano que solo piensa en hundirlo", sino él mismo, en La Habana, en un discurso pronunciado en el Palacio de las Convenciones con motivo de la firma de acuerdos entre Cuba y Venezuela.1
Hugo Chávez no quiere ser expresidente, y como en el continente americano la monarquía es impensable porque las nacionalidades se fundaron bajo el influjo de la ilustración, y por otro lado el fascismo fue condenado unánimemente tras la segunda guerra mundial, solo le queda, para lograrlo, el camino del estalinismo, flagelo que la prudencia obliga a tolerar dado al peligro real que aún representa –recuérdese las armas nucleares de Corea del Norte y de China- y debido a su increíble adaptación a las más disímiles circunstancias: ha revivido en latinoamérica en el último lustro bajo el manto del populismo y del indigenismo radical. Chávez ha hecho de todo para implantar su estalinismo disfrazado de Socialismo del Siglo XXI por vías democráticas, pero el tiro le ha salido por la culata. Chávez ya se convenció que mientras las libertades civiles imperen en su país, los estudiantes "no se comerán su vaina"2.
Y lo más bonito: el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos lo apoya en su artículo 4: "En situaciones que pongan en peligro la vida de la nación y cuya existencia haya sido proclamada oficialmente, los Estados Partes en el presente Pacto podrán adoptar disposiciones que (...) suspendan las obligaciones contraídas en virtud del mismo."
Por eso busca desesperadamente un enemigo: la misma fórmula de "plaza sitiada" que ha permitido al gobierno de Cuba mantenerse por medio siglo en el poder. Y le desespera que nadie responda a su propuesta de enemistad. Y que el presidente de Colombia no responda a sus insultos con la audacia con que debería responder un buen latinoamericano, como todo "un machazo", y en lugar de esto desande un camino de irritante matiz cristiano.3
Una nación oficialmente bajo peligro, además de servirle para amordazar a la oposición interna y a la libertad de prensa con relativa anuencia de los organismos internacionales, correría un velo piadoso encima de la racha de papelazos que ha venido haciendo desde que el Rey de España lo mandara a callar en la Cumbre Iberoamericana.
Chávez no quiere ser expresidente, y no creo que sea tan necio como para no haberse dado cuenta de que su vocación no es liderar un Estado de Derechos, donde constantemente tenga que estarle rindiendo cuentas de sus actos a minorías pusilánimes. Por eso necesita de la guerra, porque en el campo de batalla es a donde se prueba el valor de los hombres. Y no se debería perder de vista porque el iceberg acaba de asomar su punta en el océano. En su aventura, incluyendo al gobierno de Cuba, lo apoyan explícitamente Ecuador, Bolivia y Nicaragua. El resto de los países actuará de manera prudente. ¿Deudas –o maletinazos- de gratitud? El resto de los países del subcontinente apelará al diálogo porque saben lo peligroso que es para sus respectivas economías brindarle apoyo explícito a Colombia. El escenario de falsa neutralidad que ha estado adoptando y parece que adoptará la izquierda vegetariana, frente a esta agresión irracional de la izquierda carnívora al presunto último bastión del neoliberalismo en el subcontinente, recuerda en algo al que adoptó Europa durante la guerra civil española. El imperio del populismo será paciente. Si no toca sus trompetas de guerra esta vez, ya volverá a intentarlo.