8-11-2008

 

Otro hermano que nos cierra las puertas

No me sorprendió descubrir en un número atrasado de la revista Temas que fuera una cubanoamericana, Lourdes Casal, quien primero que nadie desarrollara la tesis de que muchos de los que abandonaban el país no lo hacían por razones políticas, sino económicas.

Por paradojas del destino no vivió lo suficiente para ver convertida su tesis, concebida bajo el fragor de histéricos insultos, humillaciones, y una lluvia de huevos y tomates a todo el que se dispusiera a salir de Cuba, en la justificación más socorrida de los gobernantes cubanos para explicar más tarde las oleadas migratorias, primero la del Mariel, y luego la que se ha estado produciendo a partir de la década de los noventa. Supongo que desde la poltrona que tenía en Nueva York, a esta ex activista de la Brigada Antonio Maceo no le habría sido difícil hipotecar un presente que no estaba sufriendo en carne propia, en aras de un supuesto futuro mejor.

Ya es común escuchar decir no a funcionarios, periodistas, políticos o estudiosos del tema, sino a gente común y corriente, que la gran mayoría de los que se van del país o aspiran a irse no lo hacen por problemas políticos, sino económicos. Porque de seguir la antigua estrategia basada en la descalificación (gusano, escoria, traidor a la patria) de todo el que hoy por hoy tiene como punto de arranque para lograr cualquier meta la circunstancia de vivir en el exterior, significaría reconocer públicamente que están gobernando a Cuba por la fuerza.

Un ejemplo de lo útil que continúa siendo la tesis de Casal, son los recientes acuerdos migratorios firmados por el canciller cubano con México. La esquela que reproduce Granma, explota el término emigración a la vez que deja fuera toda posibilidad del uso del término exilio. Los acuerdos, según Granma, son para contener la emigración incentivada por el bloqueo y alentada como política desestabilizadora por parte del gobierno de los Estados Unidos hacia la revolución cubana.

Si el reciente entendimiento del canciller con la Unión Europea, positivo porque rompe la inercia de una medida que al cabo de cinco años ha degenerado en un fatal inmovilismo, pero incierto porque solo el tiempo dirá si el paso fue correcto o no, ha sido recibido con decepción por los prisioneros de conciencia que han visto en dicha rúbrica una mengua importante de la solidaridad internacional con la causa que defienden, la reciente firma de acuerdos entre Cuba y México, a mediano plazo, traerá una decepción parecida en importantes sectores medios de la población, que a diferencia de los prisioneros de conciencia, carecen de voces o instituciones que representen sus intereses.

La vía migratoria ilegal Cuba-México, debió su apogeo a la intensificación del patrullaje del Estrecho de la Florida por los guardacostas norteamericanos conocidos como “barcos madres”, que devuelven a los cubanos que interceptan en alta mar, exceptuando a los que logran tocar tierra. La navegación por el Estrecho de Yucatán comenzó a fungir como válvula de escape a la necesidad insatisfecha de este sector del que hablo, compuesto mayoritariamente por hombres jóvenes entre los veinte y cuarenta años provenientes de los más disímiles linajes, que han reaccionado al inmovilismo del gobierno en lo concerniente a la apertura de espacios de realización personal y económica.

Si bien es cierto que los acuerdos firmados ayudarán a disminuir la tragedia que viven sobre todo las madres que impotentes ven con alarma como los hijos renuncian a un futuro en Cuba a riesgo de su propia vida, también lo es el hecho de que un hermano, como lo es México, acaba de darnos la espalda.

México acaba de actuar como si en Cuba no hubiera una dictadura, al retirarle a los cubanos la categoría de exiliados y homologarlos a los que llegan a sus tierras desde otras regiones pobres, pero, mal que bien, democráticas. Estos últimos, cuando son devueltos, pueden volver a integrarse plenamente a sus sociedades, mientras que a los cubanos se nos pone la marca de “no confiable” y se nos destierra a las peores opciones de trabajo legal.

Esta reticencia no solo de México, sino de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos, a actuar como si los cubanos gozáramos de los mismos derechos políticos que gozan sus pueblos, es más deleznable que el muro que están haciendo los americanos en la frontera norte, porque una muralla de barcos no impedirá el paso de extraños, sino de hermanos con los que se tiene una historia en común.