28-6-2008

 

LOS PANEGÍRICOS DE LOS EXMELENUDOS

 

El complejo escenario de la Guerra Fría hirvió al calor de una revolución cultural a fines de los sesenta. Cuba fue uno de los volcanes que, parafraseando a Víctor Hugo, infructuosamente vomitó lava en la noche para acelerar la llegada del amanecer. Decía el autor de Los Miserables que un incendio podía producir una aurora, mas él prefería esperar la salida del sol porque el alba alumbra más.

Esta erupción fue la que intentó evitar Varela con su magisterio durante la primera mitad del siglo XIX. Varela dedicó toda su vida a la formación de los cubanos, para que la revolución que inevitablemente estallaría fuera como la salida del sol, fraterna y profunda, y no fratricida y epidérmica como la luz del volcán. Sacerdote al fin, era un profundo conocedor de la fragilidad humana. Sabía que tiene la naturaleza toda la fuerza en la primera edad, las pasiones muy vivas, la razón poco ejercitada, y que la experiencia, siendo casi nula, no ha logrado producir el hábito de la moderación que suele conseguirse en la mayor edad. El viento que inflamó a los jóvenes de los sesenta empujándolos a las calles o a las selvas, en abierto desafío a las pasiones que clasificaban y dividían a los seres humanos, ya fueran políticas, ideológicas, raciales o étnicas, tuvo dos emblemas visibles, antagónicos, y a la vez complementarios: el pacifista Lennon y el guerrerista Che Guevara.

Un inglés seduciría a los jóvenes del primer mundo con un pacifismo rallante en el disparate. Démosle un chance a la paz repetiría hasta el cansancio, y después se acostaría con su japonesa a hacer performances "siempre al alcance de la vidriera y el comedor". Tener o no tener la bomba atómica se había convertido en el problema fundamental de la filosofía, y el naciente movimiento hippie se deleitaba comprometiéndose hasta la médula en la filosofía del no comprometimiento con ninguna cosa: imaginen que no hay guerras, ni posesiones, ni competencias, ni ideologías, ni religiones, ni cielos ni Dios que adorar. En fin, imaginen a los hombres vegetando y fornicando en los mercados que se llenan de mercancías por arte de magia.

Pero los del sur no podían darse este lujo porque tenían los mercados medio vacíos. Entonces entró en escena un seductor argentino que conquistaría los corazones de los jóvenes de la mitad inferior del mundo con un mensaje antagónico al del inglés: el comprometimiento con los pobres y con una ideología superior que, una vez aplicada, liberaría a los pueblos de los ladrones del norte parásito y les llenaría el mercado: el marxismo tropical. Los performances del argentino no fueron menos extravagantes que los del inglés. Lo mismo se retrataba cortando caña que carretillando ladrillos, y al igual que aquél, dejaría como impronta un ideario que no tendría ideas para no atosigar a los iletrados pobres, sino imágenes aderezadas con sentimientos altruistas y utópicos que se afianzarían en el terreno de la leyenda y pasarían de generación en generación a través del estilo medieval por el que llegó al siglo XVIII Robin Hood; el trovadoresco. Los trovadores cantarían sus hazañas, y a los jóvenes del futuro se les erizarían los pelos con las bellas melodías.

Yo en el fondo comprendo a estos que una vez fueron melenudos y que hoy se pelan al rape porque "el tiempo, el implacable, el que pasó", los dejó calvos. También comprendo a los postmodernos ladrones de gafitas redondas que se tatúan guerrilleros míticos, porque no descarto que en el futuro, movido por un sentimiento de nostalgia parecido, reniegue de las películas enajenantes de Walt Disney, y termine escribiendo un panegírico a favor de los didácticos Bolek y Lolek.

 

 

 

 

 

 

LA SAGA DE LA LANGOSTA

 

Los animales de la Granja Manor creyeron, como cosa natural, que las manzanas caídas de los árboles serían repartidas equitativamente entre ellos ahora que se habían librado de la tiranía de los hombres. Sin embargo, un buen día se dio la orden de que todas las manzanas serían recolectadas y llevadas al guardarnés para consumo de los cerdos. Según ellos, tal decisión no respondía a privilegio alguno, sino a que la ciencia había demostrado que el consumo de las mismas era imprescindible para la buena salud porcina. Como líderes que trabajaban con el cerebro, el buen funcionamiento de este órgano resultaba imprescindible para la toma de las decisiones acertadas que evitarían el retorno a la tiranía del señor Jones. Contra todo lo que se presentaba bajo esa posibilidad, los animales no tenían nada que argüir.

Cuándo fue que algo parecido empezó a ocurrir en Cuba con la langosta, es un dato del que carecemos. Sí recuerdo un discurso de Fidel allá por los ochenta en el que decía que el pueblo de Cuba no comería langosta, pero al pueblo de Cuba no se le quedaba un solo niño sin tomar leche. Y como al igual que en la granja Manor, contra todo lo que se presentaba y se presenta bajo esa posibilidad, los cubanos no tenemos nada que argüir, fue la consecuente ovación.

Con tal argumento abordamos a F. Echenique, una señora gruesa que un par de veces por semanas ata a sus piernas diez o veinte kilos del marisco, para eludir las requisas que hace la policía a los equipajes de los pasajeros en los ómnibus o camiones que viajan a la capital. "No solo de leche viven los niños. ¿Y los zapatos, y los diez pesos que se van diario en merienda, y la carne que hay que comprarles?". "¿Sabía usted que estamos en veda, que la captura de en estos meses atenta contra la reproducción de la especie?" "¡Y a mi qué me importa!"

ECOLOGÍA

Unos se rascaron la cabeza ante la decisión que debían tomar. Estaban de acuerdo con que se debía respetar la veda, pero a la vez estaban decididos a no hacerlo. L. García resultó ser todo un filósofo: "El país puede caer en una crisis y tú puedes mantenerte firme en tu moral y tu ética, pero una crisis es una crisis. Las crisis duran un año o dos, o hasta cinco, pero de ellas se sale porque los que las padecen se reúnen y deciden con responsabilidad qué es lo que hay que cambiar. Pero esto que estamos viviendo no es una crisis, porque va para dieciocho años y conmigo nadie se ha reunido a pedirme opinión, a mi lo único que me han dicho siempre es que hay que resistir hasta que los americanos buenamente nos quiten el bloqueo, que puede ser mañana, pero puede ser dentro de treinta años, cuando ya sea un viejo. El gobierno solo sabe pedir resistencia, pero no le dice a nadie cómo hacerlo. Tú resistes un tiempo y enseñas a tus hijos a pasar trabajo uno o dos años y es bueno para que se crezcan ante las dificultades. ¿Pero dieciocho años? ¡Aceptar eso es ser comemierda! Yo salgo en mi lancha y pago la langosta mar afuera a quince pesos la libra cuando no la capturo yo mismo, arriesgándome a diez años de cárcel si me agarran, pero cuando llego y le compro a mi hijo un par de Nike para que especule en el pre y me tomo diez bucaneros con mis amigos en el Rumbo, me siento como un hombre porque no estoy resistiendo, sino luchando. Los hombres no resisten, los hombres luchan. ¿La ecología? ¡Vamos brother, echa pa allá con eso! ¡La ecología es un lujo de gente rica!

UN OFICIO DIGNO

Y. Suárez, un joven de dieciséis años que cada quince días en la costa, preferentemente de noche, se encapucha como un terrorista para no ser reconocido por los posibles chivatos cuando recibe la mercancía desde las lanchas con el agua al cuello, para después acarrearla al hombro a través de los mangles hasta las pescaderías clandestinas, me miró con lástima cuando le sugerí que, ya que no soportaba la escuela, aprendiera carpintería o soldadura. "¿Socio, en qué planeta tú vives? A mi nadie me manda nada de afuera, y para soldador con el puro basta, que lo que gana arreglando barcos no le alcanza ni para el cigarro. Mi ropa me la compro yo, de marca, y encima doy más que él para la comida en la casa". "¿Y él no te da consejos para que aprendas algo? Si te vas para los Estados Unidos como planeas, a donde único vas a poder trabajar es en un oficio, porque allá hay langosta en todos los mercados" "Cuando se me dé eso, ya veré que hago.. ¿El puro? El puro me dice que tenga cuidado, pero no puede decirme nada más porque el que le mantiene el vicio soy yo".

SOLIDARIDAD

Cuando la policía rodeó la casa, los vecinos se agolparon. "Eso fue un chivatazo", murmuraban. A la hora de alzar la nevera confiscada, dos de los curiosos que se brindaron a hacerlo la dejaron caer intencionalmente sobre el filo de la cama del camión para que el compresor se rompiera. Esto generó una ovación espontánea; una acto de desagravio al caído en desgracia, porque de esta manera la policía no podría servirse del aparato.

EN PRADO Y NEPTUNO

C. Domínguez no engañó a nadie con sus curvas de negra fina y su librito en la mano para hacerse la universitaria. El azul que la llamó en la célebre esquina no lo hizo para meterse con ella, sino para registrarle el bolso. Había eludido el campo minado que atraviesan los guajiros que trafican comidas prohibidas hacia la capital, para caer como una ratona en las garras de un gatito de voz aflautada y más guajiro que ella. Cuatro horas más tarde, salía de la Unidad que está en Zanja y Dragones con una multa de 7500 pesos; ¡los tres kilos de langosta más caros de toda su vida! "Las semanas que llevo mercancía, que no son todas, suelo buscarme veinte dólares más menos. En un año había logrado ahorrar doscientos para un televisor. Ahora tendré que ver quién es el santo que me presta cien, y traficar el doble de lo que traficaba, para pagar la multa, para comer, y para cargarle jabas a mi hermano en la prisión... hasta que Dios quiera"

EL BARRIO CHINO

NEPTUNO, EL DIOS DE LOS MARES

"Es el único que puede decirme a mí que es el dueño de la langosta, y para creerle que es Neptuno, tiene que enseñarme el tridente y tiene que hacer una tormenta en mi cara. De ahí en fuera, nadie", afirma S. Santiesteban, un curtido y barbudo hijo del mar que no soporta un par de zapatos en los pies, cuyo amuleto es una caneca de chispa. "Lo mismo te enlazo un cocodrilo, que te zambullo seis brasas para levar las jaulas"

EL PROBLEMA

A Santiesteban, como a la mayoría, le importa un bledo la veda, porque no le reconoce a nadie el derecho a apropiarse de un marisco que migra desde el Golfo de México a reproducirse y a buscar refugio en temporada de huracanes a las plataformas cubanas. Convencerlo a él, a la muchacha que multaron en Prado y Neptuno, al adolescente que aspira a emigrar, al pescador deportivo dueño de la lancha y a la señora gruesa que viaja con la mercancía bajo la falda, de que la captura del marisco debe estar sujeta a leyes firmes que preserven la especie y que la que se captura debe ser exportada a Europa, el Japón y el Canadá en su totalidad para garantizar la leche de los niños, va a ser tan difícil como convencer a un haitiano de que no debe cortar la leña que necesita para cocinar porque la isla se encuentra en un estado crítico de deforestación.

Dicen los historiadores que durante los cuatro siglos que duró el coloniaje español, la falta de libertad para comerciar que impuso la metrópolis generó un contrabando al que no escapó nadie en la isla. Si tenemos una experiencia centenaria en violar leyes que atentan contra la libertad económica, ¿no será peor el remedio que la enfermedad? ¿De qué vale instalar GPS en las embarcaciones dedicadas a la captura de la especie para monitorear la trayectoria de las mismas, si la transacción puede realizarse mar afuera? ¿De qué vale poner un inspector en cada embarcación, si éstos, al fin y al cabo, también "tienen que comer"? ¿De qué valen los registros a los equipajes en las carreteras de acceso a la capital, si los dueños la mayoría de las veces lo que hacen es soltar la mercancia, y ésta, al no haber a quien acusar, lo que hace es cambiar de traficante-que-trafica-en-la-guagua, a traficante-que-trafica-en-la-patrulla? ¿De qué vale prohibirle al pueblo cubano el consumo de una de sus especies marítimas, si, como dice Silvio, en lo prohibido brilla astuta la tentación? En resumen, ¿de que vale imponer una ley que, al no ser considerada un delito por una población que se siente en todo su derecho de participar directamente de las ganancias del producto, confundirá el lado injusto de la misma, es decir, la prohibición del tráfico y consumo, con el lado justo: la necesaria veda, que será irrespetada sin remordimiento alguno? Nada, que en la Granja Manor, los animales todos, de noche, se han puesto de acuerdo con los vigilantes para comerse las manzanas, estén como estén.

 

DECRETO – LEY No. 164

CAPITULO VII: De las infracciones del régimen de pesca y sus sanciones.

ARTICULO 51: Constituyen violaciones del presente Reglamento de Pesca y se le impondrá la multa que en cada caso se señala al que:

INCISO 12: Capture, desembarque o comercialice las siguientes especies destinadas exclusivamente para la pesca comercial:

  1. langosta, langostino, cangrejo moro, desde 500 hasta 5000 pesos;

  2. Camarones, desde 500 hasta 5000 pesos;

  3. Anguila, guabina y manjuarí, desde 500 hasta 5000 pesos.