9-8-2008

 

La doble moral: ¿Una aberración?

Cuando la clausura del último y resucitado a la cañona Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes que hicieron en La Habana, la UJC dio a los militantes la orientación de repartir invitaciones entre los jóvenes que consideraran destacados, incluyendo a los que no militaban en sus filas. A los militantes de mi centro de trabajo, que no llegaban a cinco, les entregó más de una docena, pero éstos terminaron repartiéndoselas entre ellos. Las guaguas del municipio salieron para el estadio medio vacías, y es que a los muy pícaros les habían filtrado la información que por cada boleto entregarían una cajita de comida y dos cervezas gratis.

El jefe del sindicato de una gran empresa, todos los meses va a determinado establecimiento en divisas a apropiarse de los insumos que como estímulo debería entregar al mejor trabajador del mes. La primera pregunta es hasta qué punto dominamos la deshonestidad que conscientemente practicamos “por necesidad”, y la segunda, si estamos preparados o no para romper con ella en un supuesto cambio de circunstancia.

No pocos suponen que la doble moral no es más que una actitud práctica y coyuntural ante la vida, que establecimos como norma para sobrevivir a la caída del campo socialista. Sin embargo, lo alarmante es que la mayoría desconocemos que esta “picardía” ni se la debemos a España con sus Lazarillos, ni al África con sus negritos listos del teatro vernáculo, sino a uno de los legados más deplorables del extinto campo socialista: su esquema mental.

Gorbachov ha admitido varios errores que causaron el relativo fracaso de la perestroika, entre ellos, su inhabilidad para romper con el esquema mental del previo sistema, y la resistencia de la nomenklatura soviética. El intelectual mexicano Lorenzo Meyer conceptualiza éste último término, al catalogarla como una clase privilegiada que usó en su propio beneficio el monopolio político que logró por la vía de la revolución y que terminó por convertirse en una clase alejada de la sociedad, parasitaria, y un obstáculo insalvable para el desarrollo material y moral.

Otra definición de nomenklatura es la siguiente:“miembros del Comité Central junto con altos funcionarios gubernamentales, directores de industrias y tecnócratas, que viven en un mundo aparte”. En la Europa del Este, el sistema de nomenklatura terminó convirtiéndose en un serio obstáculo para las reformas. Como tales reformas amenazaban barrer con empleos y privilegios, los de la nomenklatura terminaban luchando furiosamente contra ellas. Según Lorenzo Meyer, la nomenklatura no tiene ideología, sino solo mentalidad.

Podríamos llamarle “doble moral” o “ley del todo vale”, si tuviéramos la certeza de que dicha actitud ante la vida fuera solo eso, una actitud pasajera, y si afectara solo a la nomenklatura. Es precisamente dicho esquema mental lo que acá nos lleva al “hay que resolver como sea”, para justificar todo acto que va más allá de lo que llamamos “la lucha diaria”, no pocas veces borrando el límite que separa dicha “lucha diaria”, del ideal de honestidad. Una cosa es comprarle al almacenero un paquete de varillas de soldar o un par de tablones para compensar el salario que no alcanza, que, por ejemplo, vilipendiar o calumniar desde la columna de cualquier periódico oficialista, a los opositores al gobierno sin enfrentarlos en un debate.

Estos últimos “batalladores” de la batalla de ideas que constantemente evitan la batalla, mañana no podrán alegar que lo que hacían era por necesidad, ni que estaban bajo amenaza, ni que estaban ciegos. En primer lugar porque desde el punto de vista moral, las ideas no se venden ni se compran como se vende y se compra un paquete de varillas de soldar robado al Estado. En segundo lugar porque la dictadura que estamos padeciendo no ha llegado aún al extremo de ponerle una pistola en la cabeza a nadie para que delire irresponsablemente en la prensa plana o frente a las cámaras de la televisión. Y en cuanto al tercero de los alegatos que ya es de hecho un lugar común, la guayaba que se la coma otro; ¿qué fulano estaba ciego y abrió los ojos? Pues si los abrió que aproveche la vista y que aprenda a soldar para que no siga el contagio, porque –si no lo creen pregúntenle a los rusos y a los rumanos– la doble moral, no tiene cura.