29-4-2008

EL ENCUENTRO APLAZADO

 

La primera vez que jugué a ser periodista puse la novatada. Estaba en Madrid, faltaban dos horas para que se enfrentara el Real contra el Barça, y el hecho de que me vieran cara de revendedor de boletos para el juego fue determinante. Convencido de que ninguna pelea entre fanáticos rompería la tranquilidad de la tarde, crucé la Castellana para encuadrar el estadio desde la acera de la Torre Europa antes de irme con la música a otra parte. Un rato después la policía despejaba la zona a una llamada de ETA, y una fuerte explosión junto al rascacielo, en las narices de los equipos de transmisión de la CNN y de Televisión Española emplazados frente al estadio, era filmada, así como una descomunal pelea entre hinchas de uno y otro bando que se desató de inmediato.

A pocas cuadras de allí Jesús Díaz, que debió haber sentido la explosión, no pudo imaginar que la siguiente bomba le estallaría en el pecho, unas horas más tarde, dejando inconclusa su obra póstuma: la realización de un Encuentro entre hermanos.

De la impronta que dejó como novelista cabe destacar, en Las iniciales de la tierra, el capítulo en que el protagonista, en un salón del Capitolio, es elegido moderador de un debate entre grupos estudiantiles enfrentados en el proceso eleccionario quizás más controvertido que se recuerde, unas horas antes del homenaje que el representante del gobierno soviético, Anastacio Mikoyán, le hiciera a Martí en el Parque Central. La juventud nos la revela en carne viva, como el sector de mayor ebullición ideológica, y con un grado increíble de madurez política y compromiso con el destino de la patria.

Con razón la novela –y el escritor- no lograron sortear los parámetros que exigió la zhdanovización de la cultura cubana en los años setenta. Hubiera sido contraproducente para los jóvenes de entonces, como lo sigue siendo para los de hoy, mirarse en dicho espejo y descubrirse poco viriles, practicando la estrategia del silencio en cualquiera de sus variantes: crédulo, cobarde, u oportunista.

Jesús Díaz, tan controvertido como su alter ego, Carlos, murió geográficamente lejos de su patria a causa de una explosión que no sonó como la del Bernabéu, paro que ha dejado una onda expansiva que, a seis años de propagada, continúa rajando cristales en el edificio ideológico de la tiranía que combatió.