29-11-2008

 

POSOLOGÍA DE LA MERIENDA

 

Porque el asunto se ha ido complicando al extremo que los sociólogos van a tener que tomarlo en serio. No es la primera vez que desde el periódico Granma se acusa a los disidentes de hambruna crónica, es decir, aquella intemperancia ante el alimento que envilece al hombre, hasta hacerle olvidar sus principios e incluso su condición humana.

¿Será que, de hecho, la actitud que muestre un hombre o un grupo de hombres frente a un "bufetico" o una "bebidita", está siendo utilizada por los acólitos del régimen como material de estudios sociales? Pues bien que se podría.

Desde que el muchacho entra en la escuela, el tema de la merienda cobra protagonismo en el hogar. A partir de los siete años el niño pierde el derecho a la leche de la canasta básica, por lo que la merienda escolar llega a convertirse en un medidor de la preocupación del padre hacia su hijo. Un padre preocupado busca la forma de mandar al hijo a la escuela con un pan decente, mientras que uno despreocupado es aquél que condena al muchacho a lo que allí dan: un pancito viejo untado de aceite o de un agua con azúcar espesa a la que el cocinero llama almíbar, y que la maestra ni corta ni perezosa, aprovechando la impopularidad del mismo, recoge en una lata para el perrito de la casa –así llama, por pudor, al cerdo que está criando.

En no pocos ambientes el asunto llega a convertirse en una cuestión de honor. Algunas madres alardean con el refresco enlatado que la mayoría no puede comprar, llegando a veces a transmitirle el sentimiento de arrogancia al muchacho. En Habana Babilonia, de Amir Valle, una de las jineteras confiesa que la humillación sufrida por su pequeño hijo a causa del tipo de refresco que llevó como merienda, fue el detonante que la empujó de manera radical al más viejo de los oficios. La prueba de que no exagero es que incluso la televisión nacional, con un enfoque no muy diferente, se ha hecho eco del asunto a través del spot televisivo en que la actriz Aurora Basnuevo hace de abuelita ejemplar.

En la secundaria ni hablar. Basta con pasar frente a cualquier ESBU a las diez de la mañana, para presenciar un conglomerado de hombres y mujeres en abierta protesta contra el alimento chatarra que tanto le critican los científicos de la Isla a las sociedades capitalistas –en este caso, las protestas no son contra el Burguer King ni contra la Mc Donald. En las escuelas de becados cubanos –no en el caso de los becados extranjeros- el hambre que se pasa está recogido hasta en la literatura, y en los centros de trabajo es la queja número uno en todas las asambleas de trabajadores. ¿Y qué me dice de las fiestas de los CDR, con cuatro huesos y unas libras de boniato yuca y plátano que dan en la bodega para la caldosa-bufete del barrio? ¿Y de las cenas que ofrecen los centros de trabajo los fines de año, con un ticket para una cajita con un trocito de pollo o cerdo, congrí, y un par de cervezas?

Los acólitos del régimen no deben olvidar que no pocas maestras y enfermeras, para compensar el salario, venden o revenden meriendas en los hospitales y en las escuelas, o sea dulces que confeccionan en sus casas o adquieren en las shopping, y tampoco deben olvidar que en la bolsa de trabajo nacional la merienda tiene un peso decisivo, pues la mayor demanda recae en aquellas entidades que en lugar de almuerzo "dan" una merienda que luego puede venderse en el mercado negro a no menos de veinte pesos triplicando así el salario: ETECSA, AGESPI, Palmares...

A la intemperancia ante los bufetes que padecemos los once millones de cubanos solo escapa la nomenclatura. ¿Por qué razón los opositores deberían mostrar una falsa indiferencia? Hacerlo sería practicar aquella pobreza arrogante y despreciativa que predica la doctrina populista, en un país que tiene como uno de sus eslóganes más populares "lo que te den, cógelo". Quizás lo que les molesta a los acólitos del régimen es que los bufetes que les brindan a ellos en sus celebraciones, además de tener mucha menor calidad, son racionados por un administrador que vela con ojos de sapo para poder llevarse lo que sobre para su casa.