23-8-2008

Agricultura sin garantias

Recientemente a un vecino, con serias dificultades económicas y problemas de vivienda, la familia del suegro le ofreció explotar cuatro mesanas de tierra en beneficio propio, así como un rancho en malas condiciones, pero mejor de lo que ahora tiene. ¿Una alternativa nada despreciable? ¿Acaso no son los guajiros –según la imaginación del cubano medio- los que mejor viven?

Al rechazo que hizo a la oferta reaccioné acusándolo –me-dio en broma, medio en serio- de vago. Mi vecino, de muy bajo nivel cultural, sonrió comprensivo. Pongamos –alegó- que empiezo con un producto que no tarde más de tres meses en crecer: pepino, maíz, arroz, habichuela. Hasta ahí todo muy bonito. ¿Pero y el agua? La finca no tiene agua, y, por llover, llueve cuando no hace falta. ¿Cuánto vale abrir un pozo? ¿Cuánto una turbina eléctrica o de petróleo... si la consigues? ¿Cuánto vale pagar el tractor o la yunta de bueyes para arar la tierra? ¿Cuánto la semilla, el fertilizante, la hierbicida y la fumigación preventiva para las plagas? ¿Cuánto la mano de obra para la siembra, la limpia y la cosecha?

Tuve que darle la razón e incluso que felicitarlo por su lucidez. Porque no solo eran las quizás decenas de miles de pesos que necesitaría para ello y que tal vez, con suerte, algún garrotero se atrevería a prestarle. Era, además, el hecho fortuito de que la cosecha se le diera buena, y en caso de que sí, que a las hortalizas, por citar un ejemplo, no las agarrara un temporal y las pudriera. Lo otro era que encontrara comprador en tiempo y forma, porque muchas veces ocurre que, digamos, en la temporada de tomates, los precios bajan debido al exceso de producción, y entonces apenas alcanza para recuperar el dinero invertido.

Raúl Castro, en el discurso del viernes 11 de Julio, alabó el funcionamiento de las granjas militares estatales. Los campesinos de una comunidad que frecuento, que entre otras cosas llevan años solicitando infructuosamente alambres de púas para los potreros, han visto cómo de la noche a la mañana, ¡en apenas seis meses!, los militares han convertido una vasta extensión de tierra baldía en unflamante hato ganadero. Por lo demás, quitando el hecho de que con solo chasquear los dedos aparecen el capital y los recursos para dichas granjas, poco se conoce acerca de la rentabilidad de las mismas. Se sabe que producen porque el gobierno se lo pone todo en la mano, pero no a qué costo les facilita dichos recursos, cuánto les cuesta la mano de obra, y menos a qué mercado va a parar dicha producción para garantizar que, además de ser rentables, estén capacitadas para competir con la producción proveniente del extranjero. Porque te pones a bobear, y con precios altos incluidos, termina saliendo más caro producir alimentos que comprarlos.

Basta revisar nuestra historia anterior a 1959 para darnos cuenta de que, la agricultura, para subsistir, está obligada a la sincronía con el mercado mundial. Tenemos tierras para producir pero, ¿tenemos a quien venderles el excedente de la producción? En primavera se efectúa la cosecha de tomates. El agricultor tiene tres opciones: venderle a acopio, a la industria alimenticia para hacer el puré que después se venderá en divisas, o a los intermediarios particulares que pagan un poquito más que los anteriores. Sin embargo el abarrote de la hortaliza conlleva a una baja en los precios, y por extensión, a la posible ruina del agricultor, porque lo que le pagarán por su mercancía apenas le alcanzará para cubrir el costo de producción.

Otro gallo cantaría si dicha producción pudiera venderse, por ejemplo, en la América del Norte, cuya cosecha es posterior a la nuestra, o si nuestras fábricas estuviesen en condiciones de procesarla y de almacenarla en su totalidad sin perjuicio de los precios. Igual sucede con la cebolla, que en época de cosecha los camiones particulares van de pueblo en pueblo desesperados vendiendo la ristra a precios de bagatela, y el resto de los meses, la que lograron conservar porque la cebolla se pudre, para adquirirla hay que pagar su peso en oro. Y con la piña, el resto de las frutas, y con cuanto producto no se pueda almacenar. La sobreproducción de alimentos es como el gigante de la cabeza de oro, el cuerpo de hierro, y los pies de barro. Dar tierras en usufructo no es la escalera que nos sacará del hueco, sino, apenas, el primer escalón de la misma.