24-5-2008

 

POSTMODERNISMO PROVINCIANO

 

El profesor de la escuela de arte evaluaba a sus alumnos con la cámara de vídeo, cuando fue interceptado por agentes de la policía y por un alto dirigente del Partido municipal. ¿Qué pensaban hacer con aquella maqueta de chalana, escala natural, confeccionada en su esqueleto con alambrón y revestida con papel periódico engomado, de la que colgaban vacíos ramilletes de cajetillas de cigarros, envases de medicamentos, y botellas de ron y cerveza? Los estudiantes respondieron que la lanzarían al mar y la hundirían, en representación al efecto nocivo de los vicios en los seres humanos.

El examen fue suspendido y la maqueta quedó bajo arresto. De nada le valió al profesor explicar al funcionario que el postmodenismo era una corriente artística, una sensibilidad estética de fines del siglo XX, influida por los medios de comunicación y caracterizada por el collage y los cabos sueltos, que impugnaba los cimientos de las formas culturales y artísticas por medio de la ironía autorreferencial y la yuxtaposición de elementos de la cultura popular y la tecnología electrónica. El funcionario alegó que todo eso era muy bonito y que él reverenciaba la cultura, pero como funcionario del cargo y la responsabilidad que ocupaba, estaba en la obligación de advertirles que el inculto no era él, sino la población, que podría malinterpretar el performance, tomarlo como una provocadora instigación a la salida ilegal del país, y reaccionar violentamente. El murmullo de los vecinos curiosos reprobó la arenga del funcionario. Cuando se retiró, una negra conflictiva, madre de un alumno de la misma escuela, agitó las pasas liderando a los congregados: ¡vieron que fresco y atrevido; nos llamó incultos!

El simbolismo de la maqueta fue más allá del propósito inicial, y no porque en La Florida exista un museo que exhiba toda clase de objetos flotantes como alegoría al ingenio de un pueblo desesperado, sino porque el bote en sí mismo ha devenido en símbolo contemporáneo de rebeldía, sobre todo en el mayoritario sector apolítico.

Las leyes migratorias de 1995 obligaron a perfeccionar las embarcaciones, porque las balsas fueron útiles hasta ese año en que se institucionalizó que todo aquél que fuera rescatado en el mar sería devuelto. Desde entonces hay que llegar con los "pies secos" para recibir asilo. Quienes no tienen quien les pague los 10 mil dólares que vale una lancha rápida, pagan acá hasta 10 mil pesos a ciertos armadores por subirse a una embarcación no mucho más segura que una balsa, de aproximadamente 12 pies de eslora, hecha de tubos de regadío remachados con tornillos e impermeabilizados con chapapote. Los incautos adelantan un porciento para gastos de fabricación, y se les seduce con la garantía de un motor que casi nunca llega a la línea del horizonte, cobrándoseles el resto una vez echada la embarcación al mar. Todo ello si tienen suerte, porque en la mayoría de estos grupos siempre hay alguno en coordinación con el Ministerio del Interior, y entonces a la deplorable estafa tienen que sumarle otros tantos miles de multa. Este juego sucio fomenta un vicio que ha hundido ya a una cantidad respetable de cubanos que además de la cuantiosa suma de dinero que pierden, de inmediato pasan a integrar una lista negra invisible: la de los "no confiables", una especie de apatheid ideológico que marca incluso a quienes de Marx solo escucharon el nombre.

¿Qué como acabó el examen? Pues al cabo de quince días y tras una exhaustiva investigación, la maqueta fue declarada inocente de los cargos de diversionismo ideológico que se le imputaban, y como desagravio, los mismos inquisidores prestaron el jeep para conducirla a que se hundiera con sus vicios. Durante el trayecto, y para evitarle a los revolucionarios pero incultos pobladores quemar neuronas desentrañando el fin último del arte postmoderno, fueron explicando con ayuda de un altoparlante qué significaba aquel performance.