4-10-2008

 

En la mirilla los frijoles colorados

Todos se han alarmado con la escalada en los precios de uno de los productos del agro. ¿Y qué esperaban en tiempos de escasez? Lo peor es que, como de costumbre, están pidiendo cabeza(s). Se necesita con urgencia un culpable, por decirlo de alguna manera, para no culpar la política agraria socialista, y ni corto ni perezoso el gobierno ha ordenado una campaña mediática con el objetivo de partir la soga por el lado más débil: los pequeños agricultores y los intermediarios.

Resulta que según lo que ha omitido el gobierno al valorar la situación, la escalada de precios no se debe a la devaluación del peso cubano, que aunque el cambio se mantiene a 25, es evidente que su poder adquisitivo ha estado declinando de manera sistemática. Tampoco se debe al alza de más de un tercio en los precios del combustible, que afectará directamente al campesinado que a partir de ahora tendrá que invertir más tanto en el riego, el arado y la fumigación, como en la transportación de la cosecha. Ni tampoco al, en proporción, elevadísimo precio del resto de los artículos de primera necesidad como jabón, aceite, laterío, ropa y electrodomésticos, que monopoliza el Estado, y que también ha estado subiendo.

Según estos señores, el alza en los precios del agro se debe a la Ley de Oferta y Demanda, lo cual es lógico. Esta Ley, que nos recuerda que lo único que nos regala la naturaleza es el oxígeno que respiramos, que todo lo demás hay que obtenerlo con esfuerzo y que dicho esfuerzo tiene un valor, es para la sociedad como la fiebre que desencadenan los anticuerpos del organismo para protegerse del ataque de las enfermedades: al menor impacto negativo los precios suben o bajan temporalmente, con el objetivo de no matar la fuente de riquezas. Solo que en este caso, la nomenclatura que nos dirige se niega a asumir el alza de precios como uno de los síntomas de la enfermedad que supone toda crisis, y en lugar de combatir la causa de la fiebre lo que hace es combatir al enfermo.

Un sujeto que firmó como J.R. Cabrera García en una carta publicada en el Granma del 26 de septiembre, se refiere a lo relacionado con la Ley de la Oferta y la Demanda como a algo inherente al sistema capitalista, llegando al extremo de catalogar este principio como “Ley de la OligarquíaAgrícola” que nada tiene que ver con nuestro sistema social, e insta a los revolucionarios la combatirla. Ya una vez puse en dudas la legitimidad de la mayoría de las cartas que publica la sección, que al omitir el nombre completo y la dirección del remitente, pone en duda la existencia del mismo. Pero suponiendo que el tal Cabrera García sea un personaje real y no la máscara carnavalesca de algún periodista o funcionario, es increíble el grado de enajenación que demuestra.

Supongo que el término Oligarquía Agrícola lo haya tomado prestado de la Argentina, donde tiene lógica desde el punto de vista peyorativo que los regímenes populistas le dan al valor que emana del rendimiento de toda empresa eficiente. Pero es que el concepto de Oligarquía... este sujeto lo traslada al contexto de Cuba. Toda una novedad que al publicarla en sus páginas el periódico Granma, y al no equilibrar el punto de vista con otro que se le oponga, lo valida como oficial. ¡Así que Oligarquía Agrícola un puñado de guajiros indefensos que trabajan como animales en sus tierras!

Que los frijoles colorados en un par de semanas hayan subido en más de un tercio, la misma tarifa que el Estado aplicó al combustible un par de semanas antes que los frijoles subieran, ha provocado un revuelo tal en círculos oficiales y en la misma población, que el fiscal general de la República en una Mesa Redonda ha solicitado a los tribunales sanciones severas, incluidas las de privación de libertad, a quienes “especulen” con los precios, llegando a responsabilizar indirectamente, entre otros, a los campesinos y a los intermediarios, al catalogarlos de “personajes” sin ningún sentido de dignidad y vergüenza.

Está por verse si este apretón de manos quedará en la amenaza, como una especie de terror psicológico a los trabajadores del campo, o si se materializará. En ambos casos, sobre todo en el segundo, para lo único que servirá será para que en los guajiros disminuya el ímpetu emprendedor que con-lleva a incrementar la producción. También para generar más problemas en el transporte, porque si la emprenden contra los intermediarios en las autopistas y en los mercados, entonces serán los habitantes de las ciudades quienes tendrán que viajar al campo para resolver la comida. Y ahí sí que nos las veremos fea.